Página 26 - Consejos para los Maestros (1971)

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Capítulo 2—La primera de las ciencias
Un conocimiento de la verdadera ciencia es poder; y es propósito
de Dios que se lo enseñe en nuestras escuelas como preparación
para la obra que ha de preceder a las escenas finales de la historia
de esta tierra. La verdad ha de ser proclamada hasta los confines
más remotos del mundo, por medio de agentes preparados para el
trabajo.
Pero aunque el conocimiento de la ciencia es poder, el que Jesús
vino en persona a impartir es un poder aún mayor. La ciencia de
la salvación es la ciencia más importante que se ha de aprender
en la escuela preparatoria de la tierra. La sabiduría de Salomón es
deseable, pero la de Cristo es mucho más deseable y esencial. Por la
simple preparación intelectual no podemos llegar a Cristo; pero por
él podemos alcanzar el más alto peldaño de la grandeza intelectual.
Aunque no se debe desalentar la búsqueda del conocimiento del
arte, la literatura y los oficios, el estudiante debe obtener primero un
conocimiento experimental de Dios y su voluntad.
La oportunidad de conocer la ciencia de la salvación está al
alcance de todos. Pueden tener este conocimiento aun los que desco-
nocen la sabiduría del mundo, si moran en Cristo, hacen su voluntad
y ejercitan una fe sencilla en su Palabra. Al alma humilde y confiada,
el Señor revela que todo conocimiento verdadero conduce hacia el
cielo.
El dominio de la ciencia
Hay en el cristianismo una ciencia que debe dominarse, una
ciencia tanto más profunda, amplia y elevada que cualquier ciencia
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humana, como los cielos son más elevados que la tierra. La mente
tiene que ser disciplinada, educada, preparada; porque los hombres
han de prestar servicio a Dios en maneras diversas que no están en
armonía con la inclinación innata. A menudo uno debe desechar la
preparación y la educación de toda la vida, a fin de poder aprender
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