Página 27 - Consejos para los Maestros (1971)

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La primera de las ciencias
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en la escuela de Cristo. El corazón debe ser enseñado a permane-
cer firme en Dios. Ancianos y jóvenes han de formar hábitos de
pensamiento que los habilitarán para resistir la tentación. Deben
aprender a mirar hacia arriba. Los principios de la Palabra de Dios—
principios que son tan altos como los cielos y que abarcan toda
la eternidad—han de ser comprendidos en su relación con la vida
diaria. Todo acto, toda palabra, todo pensamiento, tiene que estar de
acuerdo con estos principios.
Ninguna ciencia equivale a la que desarrolla el carácter de Dios
en la vida del estudiante. Los que llegan a ser discípulos de Cristo
encuentran que se les proporcionan nuevos motivos de acción y que
adquieren nuevos pensamientos, de los que deben resultar nuevas
acciones. Pero los tales pueden progresar únicamente por medio de
conflictos; porque hay un enemigo que contiende siempre contra
ellos, presentándoles tentaciones que hacen que el alma dude y
peque. Hay tendencias al mal, hereditarias y cultivadas, que deben
ser vencidas. El apetito y la pasión han de ser puestos bajo el dominio
del Espíritu Santo. No tiene término la lucha de este lado de la
eternidad. Pero, aunque hay que sostener batallas constantes, también
hay preciosas victorias que ganar; y el triunfo sobre el yo y el pecado
es de más valor de lo que la mente puede estimar.
El verdadero éxito en la educación
El verdadero éxito en la educación, como en todo lo demás, se
halla en mantener en vista la vida futura. Apenas comenzó a vivir
la familia humana ya empieza a morir; y el trabajo incesante del
mundo termina en la nada, a menos que se obtenga un verdadero
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conocimiento acerca de la vida eterna. El que aprecia el tiempo
de gracia como escuela preparatoria de esta vida, lo usará para
asegurarse un título para las mansiones celestiales, un lugar como
miembro de la escuela superior. Para esta escuela, los jóvenes se han
de educar, disciplinar y preparar, adquiriendo un carácter aprobado
por Dios.
Si se induce a los estudiantes a comprender que el objeto de su
creación es honrar al Señor y ser una bendición a sus semejantes; si
reconocen el tierno amor que el Padre celestial ha manifestado hacia
ellos, y el alto destino para el cual ha de prepararlos la disciplina