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Consejos para los Maestros
de esta vida—la dignidad y honra de ser hijos de Dios—miles se
apartarán de los fines bajos y egoístas, y de los placeres frívolos que
hasta ahora los engolfan. Aprenderán a odiar el pecado y a rehuirlo,
no simplemente por la esperanza de la recompensa o el temor del
castigo, sino por un sentido de su vileza inherente, porque degrada
las facultades que Dios les ha dado y mancilla su virilidad. Los
elementos del carácter que a un hombre le dan éxito y honra entre
los hombres: el deseo irreprimible de un bien mayor, la voluntad
indomable, el arduo ejercicio, la perseverancia incansable, no serán
extirpados, sino dirigidos por la gracia de Dios a objetos tanto más
elevados que los intereses egoístas y temporales como los cielos son
más elevados que la tierra.
“Dios os haya escogido desde el principio para salvación—
escribe el apóstol Pablo—mediante la santificación por el Espíritu y
la fe en la verdad”.
2 Tesalonicenses 2:13
. En este pasaje se nos reve-
lan los dos agentes de la obra de la salvación: la influencia divina, y
la fe viva y fuerte de los que siguen a Cristo. Por la santificación del
espíritu y por creer en la verdad, llegamos a ser colaboradores con
Dios. Cristo espera la cooperación de su iglesia. El no se propone
añadir un nuevo elemento de eficiencia a su Palabra; ha hecho su
gran obra al darle a ésta su inspiración. La sangre de Jesucristo,
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el Espíritu Santo, la Palabra divina están a nuestra disposición. El
objeto de todas estas provisiones del cielo está delante de nosotros:
la salvación de las almas por quienes Cristo murió; y depende de
nosotros que echemos mano de las promesas que Dios ha dado, para
que lleguemos a ser colaboradores juntamente con él. Las agencias
divinas y humanas deben cooperar en la obra.
“Todo aquel que es de la verdad—declaró Cristo—oye mi voz”.
Juan 18:37
. Habiendo participado de los consejos de Dios, habiendo
morado en las alturas eternas del santuario, tenía en sí y como parte
de sí todos los elementos de la verdad. Era una cosa con Dios.
Presentar en todo esfuerzo misionero a Cristo y a Cristo crucificado,
significa más de lo que pueden comprender las mentes finitas. “Mas
él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados;
el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados”.
Isaías 53:5
. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo
hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en
él”.
2 Corintios 5:21
. Cristo crucificado por nuestros pecados, Cristo