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Consejos para los Maestros
El solaz y la diversión
Los que se dedican al estudio deben tener solaz. La mente no
debe dedicarse constantemente a la reflexión detenida, porque se
gastaría la delicada maquinaria mental. Tanto el cuerpo como la
mente deben tener ejercicio. Pero hay una gran necesidad de tem-
perancia en las diversiones, como en cualquier otra actividad. Su
carácter debe ser considerado cuidadosa y cabalmente. Todo joven
debe preguntarse: ¿Qué influencia tendrán estas diversiones sobre
mi salud física, mental y moral? ¿Quedará mi mente tan infatuada
que me olvide de Dios? ¿Dejaré de tener presente su gloria?
Debe prohibirse el juego de los naipes. Las compañías y ten-
dencias son peligrosas... No hay nada en estas diversiones que sea
benéfico para el alma o el cuerpo. No hay nada que fortalezca el
intelecto, nada que permita almacenar en él valiosas ideas para el uso
futuro. La conversación se dedica con frecuencia a temas triviales y
degradantes...
El ser experto en manejar los naipes conduce a menudo al deseo
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de usar este conocimiento y tacto para obtener algún beneficio per-
sonal. Se juega una pequeña suma, y luego una mayor, hasta que se
adquiere la sed del juego que conduce a la ruina segura. ¡A cuántos
ha llevado esta diversión perniciosa a toda práctica pecaminosa, a
la pobreza, a la cárcel, al homicidio y al cadalso! Y sin embargo,
muchos padres no ven la terrible sima que amenaza tragar a nuestros
jóvenes.
Entre los más peligrosos lugares de placer se cuenta el teatro. En
vez de ser una escuela de moralidad y virtud, como se pretende a me-
nudo, es el semillero de la inmoralidad. Estas diversiones fortalecen
y confirman los hábitos viciosos y las propensiones pecaminosas.
Los cantos viles, los ademanes, las expresiones y actitudes lascivas
depravan la imaginación y degradan la moral. Todo joven que asista
habitualmente a estos espectáculos, se corromperá en sus principios.
No hay en nuestra tierra influencia más poderosa para envenenar la
imaginación, destruir las impresiones religiosas, y embotar el gusto
por los placeres tranquilos y las sobrias realidades de la vida, que las
diversiones teatrales. El amor por estas escenas aumenta con cada
asistencia, como el deseo de bebidas embriagantes se fortalece con