Página 280 - Consejos para los Maestros (1971)

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Capítulo 48—Las fiestas para Dios
¿No seria bueno que nosotros dedicásemos a Dios fiestas durante
las cuales podríamos hacer revivir en nuestra mente el recuerdo
del trato que él nos ha dispensado? ¿No sería bueno considerar sus
bendiciones pasadas, recordar las amonestaciones impresionantes
que dirigió a nuestras almas para que no nos olvidásemos de él?
El mundo tiene muchas fiestas, y los hombres se han dejado
enfrascar en deportes, carreras de caballos, juegos, hábitos de fumar
y emborracharse. Muestran claramente bajo qué estandarte se hallan.
Evidencian que no se hallan bajo el del Príncipe de la vida, sino que
el príncipe de las tinieblas los rige y domina.
¿No tendrá el pueblo de Dios, con más frecuencia, santas con-
vocaciones para dar gracias a Dios por sus ricas bendiciones? ¿No
hallaremos tiempo para alabar a Cristo por su descanso, paz y gozo,
y manifestar por nuestro agradecimiento diario que apreciamos el
gran sacrificio que hizo en nuestro favor a fin de que pudiésemos
participar de la naturaleza divina? ¿No hablaremos del reposo que
nos espera en el paraíso de Dios, y de la honra y gloria que aguardan
a los siervos de Jehová? “Y mi pueblo habitará en morada de paz, en
habitaciones seguras, y en recreos de reposo”.
Isaías 32:18
. Vamos
hacia el hogar, en procura de una patria mejor, a saber, la celestial.
El mundo está lleno de excitación. Los hombres obran como si
se hubiesen enloquecido por cosas viles, comunes, que no satisfacen.
¡Cuán agitados los he visto por los resultados de un certamen de
cricket! He visto las calles de Sidney densamente atestadas por
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cuadras enteras, y al preguntar cuál era el motivo de la excitación,
se me dijo que algún experto jugador de cricket había ganado la
partida. Me sentí hastiada.
¿Por qué no son más entusiastas los escogidos de Dios? Están
luchando por una corona inmortal, por una patria donde no se ne-
cesitará la luz del sol ni de la luna, ni vela encendida; porque el
Señor Dios les da su luz, y reinarán por siempre jamás. Tendrán
una vida que se comparará con la vida de Dios; pero la vela de los
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