Página 284 - Consejos para los Maestros (1971)

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Capítulo 50—El peligro de las diversiones
Incidentes recientemente ocurridos en nuestros colegios y sa-
natorios me inducen a presentar de nuevo las instrucciones que el
Señor me dio para los maestros y alumnos de nuestra escuela de
Cooranbong, Australia.
Durante abril de 1900, en la escuela de Avondale se decretó un
día de asueto para los obreros cristianos. El programa del día requería
una reunión en la capilla por la mañana, en la cual varias otras
personas y yo nos dirigimos a los alumnos llamando su atención a
lo que Dios había hecho para la edificación de esa escuela, y a sus
privilegios y oportunidades como alumnos.
Después de la reunión, los alumnos dedicaron el resto del día
a diversos juegos y deportes, algunos de los cuales eran frívolos,
rudos y grotescos.
Durante la noche siguiente, me pareció estar presenciando las
actuaciones de la tarde. La escena me fue presentada claramente,
y se me dio un mensaje para el administrador y los maestros de la
escuela.
Me fue mostrado que en las diversiones de la escuela aquella
tarde, el enemigo había ganado una victoria; los maestros habían
sido pesados en la balanza y hallados faltos. Sentí mucha angustia y
preocupación al pensar que los que ocupaban puestos de responsa-
bilidad hubiesen podido abrir la puerta y, por así decirlo, invitar al
enemigo; porque fue lo que hicieron al permitir las diversiones que
se realizaron. Como maestros, debieran haberse mantenido firmes y
haberse opuesto a dar lugar al enemigo en cualquier manera. Por lo
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que ellos permitieron, mancillaron su foja de servicios y agraviaron
al Espíritu de Dios. Los alumnos fueron estimulados en una conduc-
ta cuyos efectos no se iban a borrar fácilmente. No tiene fin la senda
de las diversiones vanas, y todo paso dado en ella es un paso en la
senda por la cual Cristo no ha viajado.
Esta introducción de planes erróneos fue la primera cosa contra
la cual debieran haberse puesto celosamente en guardia. La escuela
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