Página 285 - Consejos para los Maestros (1971)

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El peligro de las diversiones
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de Avondale fue establecida, no como las escuelas del mundo, sino,
según Dios lo reveló, para ser una escuela modelo. Y puesto que esto
había de ser, los encargados de ella debieran haberlo perfeccionado
todo de acuerdo con el plan de Dios, descartando cuanto no estuviese
en armonía con su voluntad. Si sus ojos hubieran estado untados con
el colirio celestial, se habrían dado cuenta de que no podían permitir,
sin deshonrar a Dios, las actividades que se realizaron aquella tarde.
El miércoles de mañana, cuando dirigí a los alumnos y a los
demás que se habían congregado las palabras que el Señor me dio
que hablara, no sabía nada de lo que había de realizarse después;
porque no se me había comunicado nada de ello. ¿Cómo podían los
que dirigían la escuela armonizar con las palabras pronunciadas las
cosas que siguieron, que eran de un carácter tal que anulaban las
instrucciones que acababan de llegarles de Dios? Si sus percepciones
no hubiesen estado grandemente oscurecidas, habrían comprendido
que esas instrucciones reprobaban todo proceder de esa naturaleza.
Yo sentía profundamente la importancia de las palabras que
el Señor me dio en esa ocasión para maestros y alumnos. Esas
instrucciones presentaban a los alumnos deberes del más alto orden;
y cuando, por las diversiones a las cuales se dedicaron más tarde,
se borraron las buenas impresiones hechas, era decir virtualmente:
“No queremos tu camino, oh Dios; queremos el nuestro; queremos
seguir nuestra propia sabiduría”.
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Durante la noche fui testigo de lo que se realizaba en los terrenos
de la escuela. Cumplieron el propósito del enemigo los alumnos
que participaban en la grotesca pantomima que se vio, y algunos de
ellos lo hicieron en forma muy inconveniente. Me fue presentada una
visión en la cual vi a los alumnos jugando partidas de tennis y cricket.
Luego se me instruyó acerca del carácter de esas diversiones. Me
fueron presentadas como una especie de idolatría, como los ídolos
de las naciones.
Había más espectadores que los visibles en el terreno. Satanás y
sus ángeles estaban allí, haciendo impresiones en las mentes huma-
nas. Los ángeles de Dios, que ministraban a los que han de heredar
la salvación, estaban también presentes, no para aprobar, sino para
desaprobar. Se avergonzaban de que una exhibición tal fuese pre-
sentada por los profesos hijos de Dios. Las fuerzas del enemigo
obtuvieron una victoria decidida, y Dios fue deshonrado. El que dio