Página 311 - Consejos para los Maestros (1971)

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Lo falso y lo verdadero en la educación
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brillantes perlas del pensamiento. Pero ¿quién fue el que creó estas
perlas? Fue Dios, y Dios solo. El es la fuente de toda luz. ¿Por qué
entonces internarnos dentro de ese fárrago de errores encerrados
en las obras de los incrédulos por causa de unas cuantas verdades
intelectuales, cuando toda la verdad está a nuestra disposición?
¿Cómo es que hombres que están en guerra con el gobierno de
Dios llegan a poseer la sabiduría de que a veces hacen gala? Satanás
mismo fue educado en las aulas celestiales, y tiene conocimiento
tanto del bien como del mal. Sabe mezclar lo precioso con lo vil, y
esto es lo que le da el poder de engañar. Pero porque Satanás se haya
revestido de esplendor celestial, ¿lo habremos de recibir como ángel
de luz? El tentador tiene sus agentes, educados según sus métodos,
inspirados por su espíritu, e idóneos para su obra. ¿Cooperaremos
nosotros con ellos? ¿Recibiremos las obras de sus agentes como
esenciales para que uno se eduque?
Si el tiempo y los esfuerzos gastados en sacar alguna que otra
idea brillante de las enseñanzas de los incrédulos se dedicaran a
estudiar las preciosas enseñanzas de la Palabra de Dios, millares que
hoy día se encuentran en tinieblas y en sombra de muerte gozarían
en la gloria de la Luz de la vida.
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Conocimientos históricos y teológicos
Como preparación para la obra cristiana muchos creen necesario
adquirir extenso conocimiento de escritos históricos y teológicos. Se
figuran que este conocimiento les ayudará para enseñar el Evangelio.
Pero el estudio laborioso de las opiniones de los hombres tiende
a debilitar su ministerio, más bien que a fortalecerlo. Cuando veo
bibliotecas atestadas de enormes obras de erudición histórica y
teológica, me pregunto: ¿Para qué gastar dinero en lo que no es pan?
El capítulo sexto de Juan nos dice más de lo que podemos encontrar
en semejantes obras. Dice Cristo: “Yo soy el pan de vida; el que
a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá
sed jamás”. “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno
comiere de este pan, vivirá para siempre”. “El que cree en mí, tiene
vida eterna”. “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son
vida”.
Juan 6:35, 51, 47, 63
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