Página 323 - Consejos para los Maestros (1971)

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Conocimiento que perdura
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del más sabio de todos los maestros, cuyo poder pueden ellos pedir
por fe. De acuerdo con la promesa de Dios, esto les dará éxito en
sus esfuerzos intelectuales.
Una educación cabal, que haga a los jóvenes y a las jóvenes
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capaces de servir, es la que se ha de dar en nuestras escuelas. A
fin de obtener esa educación, debe en primer lugar tenerse como la
más importante la sabiduría que proviene de Dios. Todos los que
se dedican a la adquisición de conocimientos deben esforzarse por
alcanzar el peldaño más alto de la escalera. Avancen los estudiantes
tanto como puedan; sea el campo de su estudio tan amplio como
puedan abarcar sus facultades; pero hagan de Dios su sabiduría,
aferrándose a Aquel que es infinito en conocimiento, que puede
revelar secretos ocultos por siglos, y puede resolver los problemas
más difíciles para los espíritus que creen en él.
Recomendamos a todo alumno el Libro de los libros como el
estudio más grandioso para la inteligencia humana, el libro que
contiene el conocimiento esencial para esta vida y para la venidera.
Pero no aliento a radie a rebajar la norma educativa en el estudio
de las ciencias. La luz que ha sido dada al respecto es clara, y en
ningún caso debe ser despreciada.
Poniendo la Biblia en primer lugar
En la instrucción dada en nuestras escuelas, se ha de combinar lo
natural con lo espiritual. Las leyes obedecidas por la tierra revelan
el hecho de que ella está bajo el dominio magistral de un Dios
infinito. Los mismos principios rigen en el mundo espiritual y el
natural. Eliminemos a Dios de la adquisición de conocimientos y
tendremos una educación coja, unilateral, muerta respecto a todas
las cualidades salvadoras que dan verdadero poder al hombre. El
Autor de la naturaleza es el Autor de la Biblia. La creación y el
cristianismo tienen un solo Dios. El se revela en la naturaleza, y
en su Palabra. En rayos claros brilla la luz en la página sagrada,
revelándonos al Dios viviente, tal como está representado en las
leyes de su gobierno, en la creación del mundo, en los cielos que
adornó. Se ha de reconocer su poder como el único medio de redimir
al mundo de las supersticiones degradantes que tanto deshonran a
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Dios y al hombre.