Página 322 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
sostuvo. Nuestra norma debe ser el carácter de Aquel que es puro,
santo, sin contaminación...
El conocimiento de Dios es la esencia de la educación. La edu-
cación que reemplaza a este conocimiento, o lo elimina de la mente,
como Félix despidió a Pablo, cuando le habló de templanza, justicia
y juicio venidero, no es de Dios. Las palabras de Pablo hicieron tem-
blar a Félix; pero el gobernador despidió al apóstol con las palabras:
“Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré”.
Hechos
24:25
. Y hoy multitudes están diciendo lo mismo. Su atención es
atraída a los profundos temas de la verdad, a problemas tan altos
como los cielos y tan amplios como la eternidad; pero ellos dicen:
[380]
“No puedo incluir estos temas en mis estudios diarios; porque con-
moverían de tal manera mi espíritu que me impedirían atender a la
rutina diaria de estudio. Nunca he dominado los problemas de la
Biblia. No puedo iniciar este estudio ahora. Vete por el momento;
cuando tenga oportunidad más conveniente, te llamaré”. Y así el
gran Libro de texto de Dios es puesto a un lado, porque no se lo
considera como la única cosa necesaria.
El desarrollo más alto que sea posible alcanzar
No quiero que nadie reciba de las palabras que he escrito, la im-
presión de que se debe rebajar la norma de la educación en nuestras
escuelas. Todo alumno debe recordar que el Señor requiere de él
que haga por su cuenta todo lo que le es posible para llegar a poder
enseñar sabiamente a otros. Nuestros alumnos deben imponer cargas
a sus facultades mentales; cada una de ellas debe alcanzar el más
alto desarrollo posible.
Muchos alumnos vienen al colegio con hábitos intelectuales que
les son un estorbo. Uno de los más difíciles de dominar es el hábito
de realizar el trabajo mental en forma rutinaria, en vez de dedicar a
cada estudio un esfuerzo reflexivo y resuelto para dominar las difi-
cultades, y captar los principios básicos del tema que se considera.
Han de temerse la indolencia, la apatía y la irregularidad; y el suje-
tarse a la rutina es igualmente de temer. Mediante la gracia de Cristo,
pueden los estudiantes cambiar este hábito de la rutina, y conviene a
sus mejores intereses y su utilidad futura dirigir correctamente las
facultades mentales, adiestrándolas para que sirvan bajo la dirección