Página 321 - Consejos para los Maestros (1971)

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Conocimiento que perdura
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a la mente a pensar en un sentido erróneo, a captar las cosas que no
sólo son absolutamente sin valor, sino que perjudican la salud física
y mental. El alumno obtiene un flaco tesoro de información sobre
muchos temas que le son de poco valor, un saber limitado de muchas
cosas que nunca empleará, cuando podría obtener conocimiento que
le sería del mayor servicio en la vida práctica, y que sería un tesoro
de sabiduría del cual podría sacar recursos en tiempo de necesidad.
Es difícil apartarse de las viejas costumbres e ideas establecidas.
Pero pocos comprenden la pérdida que experimentan en los largos
cursos de estudio. Mucho de aquello con que se atiborra el cerebro
no tiene valor; sin embargo, los alumnos suponen que esa educación
les basta para todo y después de años de estudio dejan la escuela con
sus diplomas, creyendo que son hombres y mujeres debidamente
educados y listos para servir. En muchos casos esta preparación para
servir no es más que una farsa; sin embargo, se la continuará dando
hasta que los maestros reciban la sabiduría del cielo mediante la
influencia del Espíritu Santo.
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Muchos alumnos han recargado durante tanto tiempo su mente
para aprender lo que su razón les decía que nunca les serviría, que
sus facultades se han debilitado y son incapaces de hacer un esfuerzo
vigoroso y perseverante para comprender las cosas de importancia
vital. El dinero gastado en su educación, que tal vez fue provisto por
sus padres a base de grandes sacrificios, ha sido casi malgastado; y
una comprensión equivocada de lo que es de importancia le induce
a cometer un error en su carrera.
¡Qué engañosa es la educación obtenida en las ramas literarias
o científicas, si hay que despojar al discípulo de ella antes que sea
tenido por digno de entrar en la vida que se mide con la vida de
Dios, aunque él mismo se salve como por fuego! Dios nos ha dado
un tiempo de gracia en el cual prepararnos para la escuela celestial.
Para ésta los jóvenes se han de educar, disciplinar y preparar. En
la escuela inferior de la tierra han de formar un carácter que Dios
pueda aprobar. Han de recibir una preparación, no en las costumbres
y diversiones de la sociedad mundana, sino en las cosas de Cristo,
una preparación que los hará colaboradores de los seres celestiales.
Los estudios ofrecidos a los jóvenes deben ser de un carácter tal que
les dé más éxito en el servicio de Dios; que los habilite para seguir
en las pisadas de Cristo y mantener los grandes principios que él