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Consejos para los Maestros
En nuestras ciudades y pueblos, hay almas que viven en la ig-
norancia de las verdades de la Palabra de Dios; muchos están pere-
ciendo en el pecado. Algunos vienen por curiosidad a nuestras casas
de culto. Sea todo discurso predicado una revelación de las grandes
verdades aplicables a este tiempo. Revélense los misterios de la
redención a los alumnos de la escuela y a las congregaciones que
se reunen para oír la Palabra. Este es conocimiento que necesitan
los educados y los iletrados. Se encontrará la educación superior al
estudiar el misterio de la piedad. Las grandes verdades de la Palabra
de Dios, si son creídas, recibidas y practicadas en la vida, resultarán
en una educación del orden más elevado.
En sus enseñanzas el Salvador mostró siempre la relación que
hay entre la causa y el efecto. A sus seguidores de toda época dice:
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean
vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos”.
Mateo 5:16
. El hombre o la mujer que tiene un conocimiento
de la verdad, pero cuya vida no expresa sus principios, está ocultando
su luz. Mis hermanos, sacad la luz de debajo del almud, a fin de que
haga conocer las verdades del Evangelio. Agentes invisibles obrarán
por medio de lo visible; lo sobrenatural cooperará con lo natural, lo
celestial con lo terrenal; las cosas desconocidas serán reveladas por
lo co nocido. Revelad la gracia de Cristo para enseñar que el hombre
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puede ser renovado a semejanza de Dios.
La promesa del Salvador: “A cualquiera que tiene, se le dará”
(
Mateo 13:12
), se aplica también a la recepción de la verdad. Al
que procura comprender sus enseñanzas, se le dará acrecentada
comprensión. Al que revela poseer el espíritu de verdad, se le dará
una mayor medida del Espíritu, a fin de que pueda obrar su propia
salvación. No reflejará con jactancia a Cristo ante el mundo, sino
con temor y temblor, aunque con el poder del Espíritu.
La educación más deseable es el conocimiento de los misterios
del reino de los cielos. El que sirve al mundo no ve las grandes cosas
de interés eterno preparadas para el que abre su corazón a la luz del
cielo. Pero al que entra en esta senda del conocimiento, y persevera
en la búsqueda de la sabiduría oculta, los agentes celestiales le
enseñan las grandes lecciones que por la fe en Cristo le capacitan
para vencer. Por medio de este conocimiento se alcanza la perfección
espiritual; la vida se santifica y llega a ser como la de Jesús.