Página 33 - Consejos para los Maestros (1971)

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El que enseña la verdad es el único educador seguro
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Dios representado falsamente
Satanás ha atribuido a Dios todos los males que ha heredado
la carne. Lo ha presentado como un Dios vengativo e implacable,
que se deleita en los sufrimientos de sus criaturas. Satanás fue
quien originó la doctrina de los tormentos eternos como castigo para
el pecado, porque de esta manera podía llevar a los hombres a la
incredulidad y la rebelión, enajenar las almas y destronar la razón
humana.
El cielo, mirando hacia abajo y viendo los engaños en los cuales
eran inducidos los hombres, conoció que un Instructor divino debía
venir a la tierra. Mediante las falsas representaciones del enemigo,
muchos habían sido tan engañados que adoraban a un dios falso,
revestido de los atributos satánicos. Los que estaban en la ignorancia
y las tinieblas morales debían recibir luz, luz espiritual; por cuanto el
mundo no conoció a Dios, éste debía ser revelado a su entendimiento.
La Verdad miró desde el cielo, y no vio reflexión de su imagen;
porque densas nubes de tinieblas y lobreguez espirituales rodeaban
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al mundo. Solamente el Señor Jesús podía disiparlas; porque él es
la luz del mundo. Por su presencia, podía disipar la lóbrega sombra
que Satanás había arrojado entre el hombre y Dios. (Publicado por
primera vez el 17 de noviembre de 1891.)
Una representación verídica
El Hijo de Dios vino a esta tierra para revelar el carácter de su
Padre a los hombres, a fin de que pudiesen aprender a adorarle en
espíritu y en verdad. Vino a sembrar la verdad en el mundo. Tenía
las llaves de todos los tesoros de la sabiduría, y podía abrir puertas
a la ciencia, y revelar caudales de conocimientos no descubiertos
aún, si ello era esencial para la salvación. Le era evidente la luz que
ilumina a todo hombre que viene al mundo, toda fase de la verdad.
En los días de Cristo, los maestros establecidos instruían a los
hombres en las tradiciones de los padres, en fábulas pueriles, con las
cuales se entremezclaban las opiniones de los que eran considerados
como altas autoridades. Sin embargo, ni los encumbrados ni los
humildes podían hallar luz o fuerza en sus enseñanzas.