Página 34 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
Jesús habló cual nunca habló hombre alguno. Derramó sobre los
hombres todo el tesoro del cielo en sabiduría y en conocimiento. No
había venido para expresar sentimientos y opiniones inciertas, sino
para hablar la verdad establecida en principios eternos. Podría haber
hecho revelaciones científicas que habrían puesto en el olvido como
pequeñeces los descubrimientos de los mayores de los hombres; pero
ésta no era su misión ni su obra. Había venido para buscar y salvar
lo que se había perdido, y no quiso permitir que nada lo desviase de
su objeto. Reveló verdades que habían estado sepultadas bajo los
escombros del error, las libró de las exacciones y las tradiciones de
los hombres, y les ordenó permanecer firmes para siempre. Rescató
la verdad de su oscuridad, y la puso dentro de su marco apropiado,
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a fin de que resplandeciese con su lustre original. ¡Qué de extraño
hay que las muchedumbres siguiesen en las pisadas del Señor, y le
rindiesen homenaje mientras escuchaban sus palabras!
Cristo presentó a los hombres algo que era completamente con-
trario a las representaciones del enemigo referentes al carácter de
Dios, y procuró inculcar a los hombres el amor de su Padre, quien
de tal manera amó al mundo, “que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna”.
Juan 3:16
. Instó a los hombres a reconocer la necesidad
de la oración, el arrepentimiento, la confesión y el abandono del
pecado. Les enseñó a ser honrados, tolerantes, misericordiosos y
compasivos, recomendándoles amar no sólo a quienes los amaban,
sino a los que los odiaban y los trataban despectivamente. En todo
esto estaba revelándoles el carácter del Padre, quien es longánime,
misericordioso, lento para la ira y lleno de bondad y verdad.
Cuando Moisés pidió al Señor que le mostrase su gloria, Dios le
dijo: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro”. “Y pasando
Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, mise-
ricordioso, y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y
verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad,
la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente
al malvado... Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia
el suelo y adoró”.
Éxodo 33:19; 34:6-8
. Cuando podamos compren-
der el carácter de Dios como lo comprendió Moisés, también nos
apresuraremos a postrarnos en adoración y alabanza.