Página 358 - Consejos para los Maestros (1971)

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Capítulo 62—Por no estudiar la palabra de Dios
Lo que en los consejos del cielo el Padre y el Hijo consideraban
esencial para la salvación del hombre, está presentado claramente
en las Sagradas Escrituras. Las verdades infinitas de la salvación
están expuestas tan sencilla y claramente que los seres finitos que
desean poseer la verdad no pueden menos que comprenderlas. Las
revelaciones divinas han sido hechas para instruirlos en la justicia, a
fin de que glorifiquen a Dios y ayuden a sus semejantes.
Estas verdades se hallan en la Palabra de Dios, norma por la
cual hemos de juzgar entre lo bueno y lo malo. La obediencia a
ella es el mejor escudo para los jóvenes contra las tentaciones a
las cuales están expuestos mientras adquieren educación. De esta
Palabra aprenden a honrar a Dios y a ser fieles a la humanidad,
cumpliendo alegremente los deberes, afrontando las pruebas que
cada día trae, y soportando valientemente sus cargas.
Cristo, el gran Maestro, procuró desviar la mente de los hombres
de la contemplación de las cosas terrenales, a fin de poder enseñarles
las cosas celestiales. Si los maestros de su tiempo hubiesen estado
dispuestos a recibir sus instrucciones, y se hubiesen unido con él
para sembrar las semillas de verdad en el mundo, éste sería hoy
muy diferente de lo que es. Si los escribas y fariseos hubiesen unido
sus fuerzas a las del Salvador, el conocimiento de Cristo habría
restaurado la imagen moral de Dios en sus almas.
Pero los caudillos de Israel se apartaron de la fuente del verda-
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dero conocimiento. Estudiaban las Escrituras solamente para apoyar
sus tradiciones e imponer sus ritos de origen humano. Por su inter-
pretación les hacían expresar sentimientos que Dios nunca había
albergado. Su construcción mística hacía indistinto lo que Dios ha-
bía hecho claro. Disputaban sobre puntos técnicos, y casi negaban
las verdades más esenciales. Despojaban a la Palabra de Dios de su
poder, y los malos espíritus realizaban su voluntad.
Las palabras de Cristo no contienen nada que no sea esencial.
El Sermón del Monte es una producción maravillosa, sin embar-
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