34
Consejos para los Maestros
de los pobres. Vino a esta tierra, no para llevar los mantos suntuosos
del sumo sacerdote, ni poseer las riquezas de los gentiles, sino para
servir a los dolientes y menesterosos. Su vida reprende todo egoís-
mo. Mientras anduvo haciendo bienes, reveló claramente el carácter
de la ley de Dios y la naturaleza de su servicio.
Cristo podría haber abierto a los hombres las verdades más
profundas de la ciencia. Podría haber revelado misterios cuya pe-
netración ha requerido muchos siglos de trabajo y estudio. Podría
haber hecho sugestiones en los ramos científicos que hasta el fin del
tiempo habrían proporcionado pábulo para la reflexión y estímulo
para la inventiva. Pero no lo hizo. No dijo nada que satisficiera la
curiosidad o estimulara la ambición egoísta. No presentó teorías
abstractas, sino lo que es esencial para el desarrollo del carácter,
lo que ampliará la capacidad de un hombre para conocer a Dios, y
aumentará su poder para hacer el bien. En vez de indicar a la gente
que estudiase las teorías de los hombres acerca de Dios, su Palabra o
sus obras, Cristo les enseñó a contemplarle manifestado en sus obras,
en sus palabras y en sus providencias. Relacionó sus mentes con la
[35]
del Infinito. Reveló principios que llegaban a la raíz del egoísmo.
Los que ignoran la educación tal como fue enseñada y ejemplifi-
cada en la vida de Cristo, no saben lo que constituye la educación
superior. Su vida de humillación y su muerte ignominiosa pagaron
el precio de la redención de toda alma. Se dio a sí mismo para la
elevación de los caídos y pecaminosos. ¿Podemos imaginar una
educación superior a la que se puede obtener cooperando con él?
A cada uno Cristo le da la orden: “Ve hoy a trabajar en mi viña
para la gloria de mi nombre. Representa ante un mundo lleno de
corrupción la bienaventuranza de la verdadera educación. A los
cansados, a los cargados, a los quebrantados de corazón, a los que
están perplejos, señálales a Cristo, la fuente de toda fuerza, toda
vida, toda esperanza”. A los maestros se les dirigen las siguientes
palabras: “Sed fieles milicianos. Buscad la educación superior, para
conformaros enteramente a la voluntad de Dios. Cosecharéis con
certidumbre la recompensa que proviene de su recepción. Al colo-
caros a vosotros mismos donde podáis recibir la bendición de Dios,
el nombre del Señor será manifestado por vuestro medio”.
Lo que Dios está buscando no es un servicio de los labios, no
es la profesión de fe, sino vida humilde y consagrada. Maestros y