Página 385 - Consejos para los Maestros (1971)

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Se necesitan médicos evangelistas
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Los deberes del médico son arduos. Pocos comprenden la ten-
sión mental y física a la cual está sometido. Toda energía y capacidad
debe ponerse a contribución con la más intensa ansiedad en la batalla
contra la enfermedad y la muerte. A menudo sabe que un movimien-
to torpe de la mano, un desvío del espesor de un cabello en una mala
dirección, puede enviar a la eternidad a un alma no preparada. ¡Cuán-
to necesita el médico fiel la simpatía y las oraciones del pueblo de
Dios! Sus requerimientos en esta dirección no son inferiores al más
consagrado ministro u obrero misionero. Privado, como le sucede a
menudo, del descanso y sueño suficiente, necesita una doble porción
de la gracia, una nueva provisión diaria, o perderá su confianza en
Dios, y estará en peligro de hundirse en las tinieblas espirituales más
profundamente que los hombres de otras vocaciones. Y sin embargo,
a menudo se le hace blanco de reproches inmerecidos, se le deja
solo, y sometido a las más fieras tentaciones de Satanás, sintiéndose
incomprendido, traicionado por sus amigos.
Muchos, sabiendo cuán penosos deberes tienen los médicos,
y cuán pocas oportunidades tienen éstos de ser aliviados de las
congojas, aun en el sábado, no quieren elegir esta carrera para su
vida. Pero el gran enemigo está buscando constantemente destruir
la obra de las manos de Dios, y hombres de cultura e inteligencia
están llamados a combatir su cruel poder. Se necesitan más hombres
de la debida clase para que se dediquen a esta profesión. Debe
hacerse un esfuerzo esmerado para inducir a hombres capaces a que
se preparen para esta obra. Deben ser hombres cuyo carácter esté
basado en los amplios principios de la Palabra de Dios, hombres que
posean energía natural, fuerza y perseverancia, que los capacite para
alcanzar una alta norma de excelencia.
No todos pueden llegar a ser médicos de éxito. Muchos se han
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iniciado en los deberes de esta profesión sin estar preparados en
todo sentido. No tenían el conocimiento requerido; tampoco tenían
la habilidad y el tacto, el cuidado y la inteligencia que se necesitan
para asegurar el éxito. Un médico puede cumplir mejor sus tareas si
tiene fuerza física. Si es débil, no puede soportar el trabajo agotador
propio de su vocación. Un hombre que tenga una constitución débil,
que sea dispéptico, o que carezca de dominio propio, no puede estar
calificado para tratar con toda clase de enfermedades. Debe ejercerse
gran cuidado de no estimular a personas que podrían ser útiles en