Página 384 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
eficientes, con habilidad superior, aptos para llegar a la más alta
eminencia. Todo médico, toda enfermera, todo ayudante, que tenga
algo que hacer en el servicio de Dios, debe buscar la perfección.
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Ninguna cosa que sea menos que esta norma puede agradar a Aquel
que nos ha llamado a ser colaboradores con él. Y especialmente
los que se están preparando para actuar como médicos misioneros,
deben apartarse resueltamente de toda tentación a conformarse con
un conocimiento superficial de su profesión. Esfuércense más bien
hacia la perfección. La suya es una vocación muy exigente, y su
preparación debe ser cabal y esmerada.
La causa de Dios estaría hoy mucho más adelantada de lo que
está, si en años anteriores hubiésemos estado más activos en el
adiestramiento de enfermeros que, además de la adquisición de una
habilidad más que común en el cuidado de los enfermos, hubiesen
aprendido también a trabajar como evangelistas en el servicio de
ganar almas.
Para la preparación de tales obreros, como también para la edu-
cación de los médicos, se fundó la escuela de Loma Linda. En esta
escuela se han de preparar muchos obreros con habilidad para ser
médicos, para trabajar, no en ramos profesionales como médicos,
sino como médicos evangelistas misioneros. Esta preparación ha
de estar en armonía con los principios sobre los cuales se funda
la verdadera educación superior. La causa necesita centenares de
obreros que hayan recibido una educación práctica y cabal en los
ramos de la medicina, y que estén también preparados para traba-
jar de casa en casa como maestros, obreros bíblicos, y colportores.
Tales estudiantes deben salir de la escuela sin haber sacrificado los
principios de la reforma pro salud ni su amor hacia Dios y la justicia.
Los que adquieran una preparación avanzada en la enfermería, y
salgan a todas partes del mundo como médicos evangelistas misio-
neros no podrán esperar del mundo los honores y las recompensas
que a menudo reciben los médicos plenamente acreditados. Sin em-
bargo, mientras atiendan su trabajo de enseñar y sanar, y se vinculen
íntimamente con los siervos de Dios que han sido llamados al mi-
nisterio de su Palabra, su bendición descansará sobre sus labores y
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se realizarán maravillosas transformaciones. En un sentido especial
serán su mano auxiliadora.