Página 412 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
La piedad y la experiencia religiosa constituyen el mismo fun-
damento de la verdadera educación. Dios quiere que los maestros
de nuestras escuelas sean eficientes. Si progresan en la comprensión
espiritual, verán cuán importante es que no sean deficientes en el
conocimiento de las ciencias. Aunque los maestros necesitan piedad,
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necesitan también conocimiento cabal de las ciencias...
El cristiano se propone alcanzar las realizaciones más elevadas
con el propósito de hacer bien a otros. El conocimiento armoniosa-
mente fusionado con un carácter semejante al de Cristo, hará de un
hombre una luz en el mundo. Dios obra con los esfuerzos humanos.
Los que dediquen toda diligencia a asegurar su vocación y elección,
sentirán que un conocimiento superficial no los capacitará para un
puesto de utilidad. La educación equilibrada por una sólida expe-
riencia religiosa, da solidez al hijo de Dios, para cumplir con firmeza
y comprensión la obra que le ha sido señalada. El que aprende del
mayor de los educadores que el mundo haya conocido, tendrá no
solamente un carácter cristiano simétrico, sino una mente adiestrada
para la labor eficaz...
Dios no quiere que nos conformemos con mentes perezosas, sin
disciplina, pensamientos embotados, y memoria deficiente. El quiere
que cada maestro se sienta desconforme con una medida mezquina
de éxito, que comprenda su necesidad de ser siempre diligente en
adquirir conocimiento. Nuestro cuerpo y nuestra alma pertenecen
a Dios, porque él nos ha comprado. Nos ha dado talentos, y ha
hecho posible que adquiramos otros aún, para poder ayudarnos a
nosotros mismos y a otros en el camino de la vida. Es obra de cada
uno desarrollar y fortalecer los dones que Dios le ha prestado. Si
todos comprendiesen esto, ¡cuán vasta diferencia veríamos en nues-
tras escuelas, nuestras iglesias y nuestras misiones! Pero los más
se conforman con un mezquino conocimiento, pocas realizaciones,
contentos con ser tan sólo pasables. La necesidad de ser hombres
como Daniel, hombres de influencia, hombres cuyo carácter se haya
vuelto armonioso al trabajar en beneficio de la humanidad y glorifi-
car a Dios, no la sienten los tales, y el resultado es que pocos son
aptos para la gran necesidad de estos tiempos. Dios no pasa por alto
a los hombres ignorantes; pero si los tales están relacionados con
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Cristo, y son santificados por la verdad, reunirán constantemente co-
nocimiento. Ejercitando toda facultad para glorificar a Dios, tendrán