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Consejos para los Maestros
Contesto: No; muy enfáticamente, no. ¿Qué selección podremos
hacer entre ellos? ¿Cómo podremos decir quiénes serían los más
promisorios, y quién prestaría el mejor servicio a Dios? En nuestro
juicio sólo podríamos mirar la apariencia exterior, como Samuel
cuando fue enviado para hallar al ungido del Señor. Cuando los
nobles hijos de Isaí pasaron delante de él, su ojo descansó sobre el
hermoso rostro y la imponente estatura del mayor, y le pareció que el
ungido de Dios estaba delante de él. Pero el Señor le dijo: “No mires
a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho;
porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira
lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. Dios
no quiso aceptar a ninguno de aquellos hijos de Isaí de noble aspecto.
Pero cuando David, el menor, un simple adolescente, fue llamado
del campo, y pasó delante de Samuel, el Señor le dijo: “Levántate y
úngelo, porque éste es”.
1 Samuel 16:7, 12
.
¿Quién puede señalar al miembro de una familia que resultará
eficiente en la obra de Dios? Debe haber educación general para
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todos sus miembros, y todos nuestros jóvenes deben poder recibir las
bendiciones y los privilegios de una educación en nuestras escuelas
a fin de que sean inspirados a ser obreros juntamente con Dios.
Todos la necesitan, a fin de poder ser útiles y preparados para los
puestos de responsabilidad en la vida privada y pública. Hay gran
necesidad de hacer planes para que haya un gran número de obreros
competentes, y muchos deben prepararse como maestros, a fin de
que otros puedan ser preparados y disciplinados para la gran obra
del futuro.
Un fondo para la obra escolar
La iglesia debe percatarse de la situación, y por su influencia y
recursos procurar alcanzar este fin tan deseado. Créese un fondo por
contribuciones generosas para el establecimiento de escuelas que
lleven adelante la obra educativa. Necesitamos hombres bien prepa-
rados, bien educados, para trabajar en interés de las iglesias. Deben
presentar el hecho de que no podemos confiar nuestros jóvenes a
los seminarios y colegios establecidos por otras denominaciones;
debemos reunirlos en nuestras escuelas, donde no se descuidará su
preparación religiosa.