Página 73 - Consejos para los Maestros (1971)

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La educación correcta
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ostentación, y debiera tomar tiempo para cultivar, en sí misma y en
sus hijos, un amor por los hermosos capullos y las delicadas flores
que se abren. Llamando la atención de sus hijos a los diferentes
colores y a la variedad de formas, puede hacerles conocer a Dios,
quien hizo todas las cosas bellas que los atraen y deleitan. Puede
elevar sus mentes al Creador, y despertar en sus corazones jóvenes
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amor hacia su Padre celestial, quien manifestó tanta bondad hacia
ellos. Los padres pueden asociar a Dios con todas sus obras creadas.
La única aula que debieran tener los niños hasta los ocho o diez
años, es el aire libre, en medio de las flores que abren sus capullos y
las hermosas escenas naturales, y su libro de texto más familiar, los
tesoros de la naturaleza. Estas lecciones, grabadas en su mente en
medio de las escenas agradables y atrayentes de la naturaleza, no se
olvidarán muy pronto...
En la primera educación de los niños, muchos padres y maestros
no comprenden que la mayor atención debe darse a la constitución
física, a fin de que se pueda asegurar una condición sana del cuerpo
y de la mente. Ha sido costumbre animar a los niños a asistir a la
escuela cuando eran simples infantes que necesitaban del cuidado
de una madre. Cuando son de tierna edad, con frecuencia se los
apiña en un aula mal ventilada, donde permanecen sentados en
malas posiciones sobre bancos mal construidos y, como resultado,
se deforma el esqueleto joven y tierno de algunos.
La disposición y los hábitos de la juventud propenderán a mani-
festarse en la edad madura. Podemos doblar a un árbol joven hasta
darle casi cualquier forma que querramos. Si queda en la forma que
le hemos dado y crece así, será un árbol deformado, que siempre
denunciará el perjuicio y abuso que recibió de nuestras manos. Des-
pués de años de crecimiento, podemos procurar enderezarlo, pero
todos los esfuerzos resultarán inútiles. Será siempre un árbol torcido.
Tal sucede con la mente de los jóvenes. Debe educárselos con
cuidado y ternura en la infancia. Pueden ser guiados en la debida
dirección o en la mala, y en su vida futura seguirán la conducta
en la cual fueron dirigidos en la infancia. Los hábitos formados
en la juventud crecerán con el crecimiento y se fortalecerán con la
fortaleza...
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