Página 72 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
hermoso carácter y le glorificasen en este mundo y le alabasen en el
mundo mejor...
El familiarizarse con el magnífico organismo humano, los hue-
sos, los músculos, el estómago, el hígado, los intestinos, el corazón
y los poros de la piel, y comprender cómo depende un órgano del
otro para el funcionamiento saludable de todos, es un estudio en
el cual las más de las madres no se interesan. No saben nada de la
influencia que ejerce el cuerpo sobre la mente, o la mente sobre el
cuerpo. No parecen comprender la mente, que aúna lo finito con lo
infinito. Todo órgano del cuerpo fue hecho para servicio de la mente.
La mente es la capital del cuerpo.
Se permite a los niños ingerir carne, especias, manteca, queso,
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carne de cerdo, pasteles suculentos, y condimentos en general. Se
les permite comer alimentos malsanos a horas irregulares y entre
las comidas. Estas cosas contribuyen a trastornar el estómago, ex-
citan los nervios a una acción antinatural, y debilitan el intelecto.
Los padres no comprenden que están sembrando las semillas que
producirán enfermedad y muerte.
Muchos niños han sido arruinados para toda la vida al aguijonear
su intelecto y descuidar el fortalecimiento de las facultades físicas.
Muchos han muerto en la infancia por la conducta seguida por padres
y maestros poco juiciosos que forzaron sus jóvenes intelectos por
la adulación y el temor, cuando eran demasiado jóvenes para estar
en un aula de clases. Recargaron sus mentes con lecciones, cuando
no se les debiera haber incitado a estudiarlas, sino impedido que lo
hiciesen hasta que su constitución física fuese lo bastante fuerte para
el esfuerzo mental. Los niños pequeños deben ser dejados sin trabas
como los corderos para correr al aire puro, ser libres y felices, y se
les deben conceder las oportunidades más favorables para echar el
fundamento de una constitución sana.
El plan ideal
Los padres deben ser los únicos maestros de sus hijos hasta que
éstos lleguen a la edad de ocho o diez años. A medida que su mente
puede comprenderlo, los padres deben abrir delante de ellos el gran
libro divino de la naturaleza. La madre debiera tener menos amor por
lo artificial en su casa y en la preparación de su indumentaria para la