Página 86 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
maestro preparar a cada joven que está bajo su cuidado para que sea
una bendición para el mundo. Nunca se debe perder de vista este
propósito. Hay algunos que profesan estar trabajando para Cristo,
y que sin embargo, ocasionalmente se pasan al bando de Satanás y
hacen su obra. ¿Puede el Salvador declarar a los tales buenos y fieles
siervos?. ¿Están ellos, como centinelas, dando un sonido certero a la
trompeta?...
Nuestro Salvador nos ordena: “Velad y orad, para que no entréis
en tentación”.
Marcos 14:38
. Si encontramos dificultades, y las ven-
cemos en la fuerza de Cristo; si afrontamos enemigos, y en la fuerza
de Cristo los hacemos huir; si aceptamos responsabilidades, y en la
fuerza de Cristo las desempeñamos fielmente, estamos adquiriendo
una experiencia preciosa. Aprendemos, como no podríamos haberlo
aprendido de otra manera, que nuestro Salvador es un pronto auxilio
en toda ocasión de necesidad.
Hay una gran obra que hacer en nuestro colegio, una obra que
exige la cooperación de todo maestro; y desagrada a Dios que uno
desaliente al otro. Pero casi todos parecen olvidarse que Satanás es
el acusador de los hermanos, y se unen con el enemigo en su trabajo.
Mientras los que profesan ser cristianos están contendiendo, Satanás
está colocando sus trampas para los pies inexpertos de los niños y
jóvenes. Los que han tenido experiencia religiosa deben procurar
escudar a los jóvenes de las asechanzas del diablo. Nunca debieran
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olvidar que ellos mismos estuvieron una vez bajo el ensalmo de los
placeres del pecado. Necesitamos la misericordia y tolerancia de
Dios en cada hora, y ¡cuán inconveniente es que seamos impacientes
con los errores de los jóvenes inexpertos! Mientras Dios los tole-
ra, ¿nos atreveremos nosotros, compañeros suyos en el pecado, a
desecharlos?
Siempre debemos considerar a los jóvenes como adquiridos por
la sangre de Cristo. Como tales, tienen derecho a nuestro amor,
nuestra paciencia, nuestra simpatía. Si queremos seguir a Jesús, no
podemos restringir nuestro interés y afecto a nosotros mismos y
a nuestras propias familias; no podemos dedicar nuestro tiempo
y atención a los asuntos temporales, y olvidarnos de los intereses
eternos de los que nos rodean... “Que os améis unos a otros, como yo
os he amado” (
Juan 15:12
), es la orden de Jesús. Consideremos su
abnegación; contemplemos cuál medida de amor nos ha conferido;