Página 99 - Consejos para los Maestros (1971)

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La primera escuela del niño
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Aunque no hemos de entregarnos al afecto ciego, tampoco hemos
de manifestar una severidad indebida. Los niños no pueden ser
llevados al Señor por la fuerza. Se les puede conducir, pero no arrear.
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” declara
Cristo.
Juan 10:27
. El no dice: Mis ovejas oyen mi voz y se las obliga
a andar en la senda de la obediencia. Nunca deben los padres causar
dolor a sus hijos por la dureza y por las exigencias irrazonables. La
dureza ahuyenta las almas y las hace caer en la red de Satanás.
Administrad las reglas del hogar con sabiduría y amor, no con
vara de hierro. Los niños responderán con obediencia voluntaria a la
ley del amor. Elogiad a vuestros hijos siempre que podáis. Haced que
sus vidas sean tan felices como fuere posible. Proveedles diversiones
inocentes. Haced del hogar un Betel, un lugar santo, consagrado.
Mantened blando el terreno del corazón por la manifestación del
amor y del afecto, preparándolo así para la semilla de la verdad.
Recordad que el Señor da a la tierra no solamente nubes y lluvias,
sino el hermoso y sonriente sol, que hace germinar la semilla y hace
aparecer las flores. Recordad que los niños necesitan no solamente
reproches y corrección, sino estímulo y encomio, el agradable sol
de las palabras bondadosas.
El hogar debe ser para los niños el lugar más atrayente del mundo,
y la presencia de la madre debiera ser su mayor encanto. Los niños
tienen naturaleza sensible y amante. Es fácil agradarles y es fácil
hacerlos desgraciados. Con suave disciplina, con palabras y actos
bondadosos, las madres pueden ligarlos a su corazón.
Sobre todas las cosas, los padres deben rodear a sus hijos de
una atmósfera de alegría, cortesía y amor. Los ángeles se deleitan
en morar en un hogar donde vive el amor y éste se expresa tanto
en las miradas y las palabras como en los actos. Padres, permitid
que el sol del amor, la alegría y un feliz contentamiento penetre
en vuestro corazón, y dejad que su dulce influencia impregne el
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hogar. Manifestad un espíritu bondadoso y tolerante, y estimuladlo
en vuestros hijos, cultivando todas las gracias que alegran la vida
del hogar. La atmósfera así creada será para los niños lo que son el
aire y el sol para el mundo vegetal, y favorecerá la salud y el vigor
de la mente y del cuerpo.
En vez de apartar de sí a sus hijos para que no la molesten con sus
ruidos o sus pequeñas necesidades, planee la madre sus diversiones