Página 100 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
o trabajos livianos que mantengan ocupadas las manos y activas
las mentes. Compenetrándose de sus sentimientos y dirigiendo sus
diversiones y ocupaciones, la madre ganará la confianza de sus
hijos y así podrá corregir tanto más eficazmente sus malos hábitos
o refrenar sus manifestaciones de egoísmo o apasionamiento. Una
palabra de cautela o reproche pronunciada en el momento oportuno,
será de gran valor. Por un amor paciente y vigilante, ella puede
encauzar la mente de sus hijos en la debida dirección, cultivando en
ellos hermosos y atrayentes rasgos de carácter.
Los niños poco promisorios
Algunos niños tienen mayor necesidad que otros de paciente
disciplina y bondadosa educación. Han recibido como legado rasgos
de carácter poco promisorios, y por eso tienen tanto mayor necesidad
de simpatía y amor. Por sus esfuerzos perseverantes, se puede pre-
parar a estos niños díscolos para que ocupen un lugar en la obra del
Maestro. Poseen facultades sin desarrollarse que, una vez despiertas,
los habilitarán para ocupar lugares mucho más destacados que los
de aquellos de quienes se esperaba más.
Si tenéis hijos de temperamentos peculiares, no permitáis por
ello que la plaga del desaliento pese sobre sus vidas. No deben darse
órdenes a voces, ni deben haber palabras descorteses, exasperantes,
duras, ni expresiones severas o llenas de lobreguez. Ayudadles por la
manifestación de tolerancia y simpatía. Fortalecedlos con palabras
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amorosas y actos de bondad para que venzan sus defectos de carácter.
El intento de quebrantar la voluntad contraría los principios de
Cristo. La voluntad del niño debe ser dirigida y guiada. Salvad toda
la fuerza de la voluntad, porque el ser humano la necesita toda;
pero dadle la debida dirección. Tratadla sabia y tiernamente, como
un tesoro sagrado. No la desmenucéis a golpes; sino amoldadla
sabiamente, por precepto y verdadero ejemplo, hasta que el niño
llegue a los años en que pueda llevar responsabilidad.
Cuándo y cómo castigar
La madre puede preguntarse: “¿No habré de castigar nunca a mi
hijo?” Puede ser que los azotes sean necesarios cuando los demás