Página 107 - Consejos sobre Mayordom

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Educación impartida por los ministros y dirigentes de la iglesia
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que nos anunció la verdad no mencionó estas cosas”, y se ofenden
a causa de la palabra. Algunos se niegan a aceptar el sistema del
diezmo; se apartan y ya no andan más con los que creen y aman la
verdad. Cuando se les presentan otros temas, contestan: “No nos
enseñaron así”, y vacilan en progresar. ¡Cuánto mejor habría sido
que el primer mensajero de la verdad educase fiel y cabalmente a
estos conversos en todos los puntos esenciales, aunque fuese me-
nor el número de personas añadidas a la iglesia por medio de sus
labores! Dios preferiría que hubiese seis personas cabalmente con-
vertidas a la verdad antes que sesenta que lo profesasen y no fuesen
verdaderamente convertidas.
Es parte de la obra del predicador enseñar a los que aceptan la
verdad por sus esfuerzos a traer el diezmo al alfolí, en reconoci-
miento de su dependencia de Dios. Los nuevos conversos deben ser
plenamente instruidos acerca de su deber en cuanto a devolver al
Señor lo que le pertenece. La orden de pagar el diezmo es tan clara
que no hay ni sombra de excusa para violarla. El que descuida de
dar instrucciones acerca de este punto, deja sin hacer una parte muy
importante de su obra.
Los ministros deben también hacer sentir a la gente la impor-
tancia de llevar otras cargas en relación con la obra de Dios. Nadie
está eximido de la obra de benevolencia. Debe enseñarse a la gente
que cada departamento de la causa de Dios debe recibir su apoyo y
atraer su interés. El gran campo misionero está abierto delante de
nosotros, y este tema debe ser agitado, vez tras vez. Debe hacerse
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comprender a la gente que no son los oidores, sino los hacedores de
la palabra, quienes obtendrán la vida eterna. Y se le ha de enseñar
también que los que lleguen a ser participantes de la gracia de Cristo
no sólo han de dar de su sustancia para el progreso de la verdad,
sino que han de darse a sí mismos a Dios sin reserva.—
Obreros
Evangélicos, 382-384
.
El deber del pastor
Que la iglesia designe a pastores o ancianos que se hayan consa-
grado al Señor Jesús, y que esos hombres comprendan que se elige
a dirigentes que se desempeñarán fielmente en la obra de reunir el
diezmo. Si los pastores demuestran que no están capacitados pa-