Página 150 - Consejos sobre Mayordom

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Consejos sobre Mayordomía Cristiana
tienen que realizar una gran obra para vencer la codicia y el amor al
mundo. Los ricos pobres, que profesan servir a Dios, son dignos de
compasión. Mientras profesan conocer a Dios sus obras lo niegan.
¡Cuán grandes son las tinieblas que rodean a los tales! Profesan
fe en la verdad, pero sus obras no corresponden con su profesión.
El amor a las riquezas hace a los hombres egoístas, exigentes y
despóticos.—
The Review and Herald, 15 de enero de 1880
.
El problema de seguir a Jesús
Jesús sólo requirió de él [el joven rico] que siguiese el camino
que él señalaba. El espinoso camino del deber se hace más fácil
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de seguir cuando vemos delante de nosotros sus pasos divinos que
hallan los abrojos. Cristo habría aceptado a este talentoso y noble
dirigente si él se hubiera sometido a sus requerimientos, con la
misma prontitud con que aceptó a los pobres pescadores a quienes
pidió que le siguiesen.
La habilidad del joven para adquirir bienes no se imputaba contra
él, siempre que amara a su prójimo como a sí mismo y no perjudicara
a otros en la adquisición de sus riquezas. Si esa misma habilidad
hubiese sido empleada al servicio de Dios para salvar a las almas de
la ruina, el Maestro divino la habría aceptado y su poseedor habría
sido un diligente y exitoso obrero para Cristo. Pero éste rehusó el
elevado privilegio de colaborar con Cristo en la salvación de las
almas; se apartó del glorioso tesoro prometido en el reino de Dios y
se aferró a la efímera riqueza terrenal...
El joven rico representa a una numerosa clase de personas que
serían cristianos excelentes si no tuvieran una cruz que llevar, si
no tuvieran que soportar cargas humillantes, si no tuvieran que re-
nunciar a ventajas terrenales, si no tuvieran que sacrificar bienes
materiales o sentimientos. Cristo les ha confiado un capital en tér-
minos de aptitudes y recursos financieros, y por lo tanto espera los
intereses correspondientes. Lo que poseemos no nos pertenece, sino
que debemos emplearlo en el servicio de Aquel de quien hemos
recibido todo lo que poseemos.—
The Review and Herald, 21 de
marzo de 1878
.