Página 157 - Consejos sobre Mayordom

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El mal uso de la riqueza
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cien veces más, y heredará la vida eterna”.
Mateo 19:29
. Esta es
la recompensa para los que se sacrifican por Dios. Reciben cien
veces tanto en esta vida y heredarán la vida eterna.—
The Review
and Herald, 16 de septiembre de 1884
.
Si los mayordomos de Dios cumplen su deber, no hay peligro
de que la riqueza aumente con tanta rapidez como para convertir-
se en una trampa, porque será empleada con sabiduría práctica y
liberalidad cristiana.—
The Review and Herald, 16 de mayo de 1882
.
Hay que apreciar los bienes materiales pero no amontonarlos
El que busca las riquezas eternas debería esforzarse por obtener
el tesoro celestial con mucho más fervor y perseverancia, y con una
intensidad que sea proporcional al valor del objeto que persigue.
Los mundanos trabajan para obtener cosas terrenales y temporales.
Colocan su tesoro en la tierra y hacen justamente lo que Jesús les
dijo que no debían hacer.
Los cristianos sinceros aprecian la advertencia dada por Jesús y
ponen en práctica su Palabra, y en esta forma se hacen tesoros en
el cielo, tal como el Redentor del mundo les ha ordenado. Contem-
plan una eternidad de gloria que bien vale una vida de esfuerzos
perseverantes e incansables. No se están empeñando en una direc-
ción equivocada. Están colocando sus afectos en las cosas de arriba,
donde Cristo se sienta a la diestra de Dios. Son transformados por la
gracia y su vida se oculta con Cristo en Dios.
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No han perdido en manera alguna el poder de acumulación;
pero emplean sus energías activas en la búsqueda de adquisiciones
espirituales; consideran que todos sus talentos constituyen dones
de Dios que han de emplearse para gloria suya. Estos aprecian los
recursos materiales pero no los acumulan, y los evalúan únicamente
en la medida en que pueden utilizarse para promover la verdad,
para trabajar como Cristo trabajó cuando vivió en el mundo, para
bendecir a la humanidad. Utilizan sus facultades para conseguir este
propósito y no para agradarse o glorificarse a sí mismos, sino para
fortalecer cada don que les ha sido confiado a fin de rendir el servicio
más elevado a Dios. De ellos puede decirse: “En lo que requiere
diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”.
Romanos 12:11
.