Página 202 - Consejos sobre Mayordom

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Capítulo 42—El peligro de la codicia
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En el pueblo de Dios hay muchos que están adormecidos por el
espíritu del mundo, y que niegan su fe mediante sus obras. Cultivan
el amor al dinero, a las casas y las tierras, hasta que éste absorbe las
facultades de la mente y el ser, y desplaza el amor al Creador y a las
almas por quienes Cristo murió. El dios de este mundo ha cegado
sus ojos; sus intereses eternos pasan a ocupar un lugar secundario;
y colocan un máximo de exigencia sobre el cerebro, los huesos y
los músculos a fin de aumentar sus posesiones mundanales. Y toda
esa acumulación de preocupaciones y cargas se efectúa en violación
directa de esta orden dada por Cristo: “No os hagáis tesoros en la
tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan
y hurtan”.
Mateo 6:19
.
Olvidan que él también dijo: “Haceos tesoros en el cielo”; y al
olvidarlo, obran en favor de sus propios intereses. El tesoro acumu-
lado en el cielo está seguro; ningún ladrón puede aproximarse a él
ni la polilla puede arruinarlo. Pero su tesoro está en la tierra y sus
afectos están sobre sus tesoros.
La victoria de Cristo
En el desierto, Cristo enfrentó las grandes tentaciones que asal-
tarían al hombre. Allí, con las manos desnudas, se encontró con el
enemigo astuto y sutil y lo venció. La primera gran tentación fue
dirigida hacia el apetito; la segunda, hacia la presunción; la tercera,
hacia el amor al mundo. Los tronos y los reinos de este mundo y su
gloria fueron ofrecidos a Cristo. Satanás llevó el honor mundanal,
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las riquezas y los placeres de la vida, y se los presentó bajo la luz
más atrayente a fin de tentarlo y engañarlo. “Todo esto te daré, si
postrado me adorares”, le dijo. Sin embargo Cristo rechazó al astuto
enemigo y salió victorioso.
Los hombres nunca serán probados por tentaciones tan poderosas
como las que asaltaron a Cristo; y sin embargo Satanás consigue
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