Página 212 - Consejos sobre Mayordom

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Consejos sobre Mayordomía Cristiana
fue corregido. Mientras continuó siendo un discípulo exteriormente,
y hasta en la presencia misma de Cristo, se apoderaba de los recursos
que pertenecían a la tesorería del Señor...
Judas pudo haber recibido el beneficio de estas lecciones, si
hubiera poseído el deseo de tener un corazón recto; pero su tendencia
a adquirir lo venció, y el amor al dinero se convirtió en una fuerza
predominante. Mediante la indulgencia permitió que este rasgo
creciera en su carácter y arraigara profundamente, a tal punto que
desplazó la buena semilla de la verdad sembrada en su corazón.—
The Review and Herald, 5 de octubre de 1897
.
Enceguecidos por el amor al mundo
La causa de Dios debe ocupar el primer lugar en nuestros planes
y afectos. Se necesita presentar un mensaje directo concerniente a la
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complacencia del yo mientras la causa de Dios carece de recursos.
Algunos están tan fríos y apartados que no comprenden que están
fijando sus afectos sobre tesoros terrenales que pronto serán barridos
para siempre. El amor al mundo los está trabando como un grueso
vestido; y a menos que cambien su proceder, nunca sabrán cuán
preciosa es la práctica de la abnegación por amor a Cristo. Todos
nuestros ídolos, nuestro amor al mundo, deben ser expulsados del
corazón.
Hay ministros y amigos fieles que ven el peligro que rodea a esas
almas que se han atado a sí mismas, y que les presentan fielmente
el error de su conducta; pero los que son reprochados en lugar
de aceptar las amonestaciones en el espíritu en que fueron dadas,
beneficiándose con ellas, se levantan contra los que tratan con ellos
fielmente.
Ojalá que se levantaran de su letargo espiritual y se familiarizaran
con Dios. El mundo está cerrando sus ojos para que no vean a
Aquel que es invisible. Son incapaces de discernir las cosas más
preciosas que son de interés eterno, pero ven la verdad de Dios
en una luz tan débil que llega a parecerles de poquísimo valor. La
partícula más ínfima relacionada con sus intereses temporales asume
proporciones gigantescas, mientras los asuntos concernientes a la
eternidad escapan a su noticia.—
The Review and Herald, 31 de
octubre de 1893
.