Página 232 - Consejos sobre Mayordom

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Capítulo 47—Inversiones imprudentes
Hace pocas semanas, mientras asistía al congreso campestre
realizado en San José [1901], algunos de nuestros hermanos me
presentaron lo que consideraban admirables oportunidades para
invertir recursos en minas y acciones de ferrocarril, que producirían
grandes dividendos. Parecían tener confianza en el éxito y hablaban
de todo el bien que harían con los beneficios que esperaban recibir.
Había otras personas presentes, y parecían interesarse por ver en
qué forma recibiría yo su proposición. Les dije que esas inversiones
eran muy inciertas. No podían tener la seguridad del éxito de esas
empresas. Les hablé de las recompensas eternas que se aseguran
a los que colocan sus tesoros en el cielo; y les rogué, por amor a
Cristo, que pusieran fin en el punto donde se encontrasen a esas
operaciones inciertas.
En una visión nocturna Dios me instruyó para que dijera a su
pueblo que no está de acuerdo con su voluntad el que los que creen
en su próxima venida inviertan sus recursos en acciones de minería.
Esto significaría sepultar los talentos de nuestro Señor en la tierra.
Transcribiré una copia de una carta que escribí a uno de los hermanos
que he mencionado:
“San José, California, 2 de julio de 1905
“Querido hermano,
“Ud. me ha presentado la oportunidad de invertir en acciones
de minería. Ud. mostró confianza en que esa inversión resultaría un
éxito, y piensa que en esta forma podrá prestar una gran ayuda a la
causa de Dios.
[257]
“El Señor me ha dicho que en una reunión a la que asistiré
encontraré a hombres que estimularán a nuestro pueblo a invertir
su dinero en la explotación de minas. Se me ha ordenado que les
diga que esto es un artificio del enemigo destinado a consumir o a
insumir recursos que se necesitan urgentemente para llevar a cabo
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