Página 270 - Consejos sobre Mayordom

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Capítulo 56—Dejado al honor de los hombres
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El único plan que el Evangelio ha establecido para sostener la
obra de Dios es el que deja el sostén de su causa librado al honor
de los hombres. Estos, teniendo en cuenta la gloria de Dios, deben
darle la proporción que él ha requerido. Contemplando la cruz del
Calvario, mirando al Redentor del mundo, quien se empobreció por
amor a nosotros para que por su pobreza fuésemos hechos ricos,
debemos pensar que no hemos de hacernos tesoros en la tierra, sino
que debemos acumular nuestras riquezas en el banco del cielo, el
que nunca suspenderá ningún pago ni fallará. Dios ha dado a Jesús
a nuestro mundo, y la pregunta que debemos formularnos es: ¿Qué
podemos devolverle a Dios en términos de donativos y ofrendas para
demostrarle nuestro aprecio por su amor? “De gracia recibisteis, dad
de gracia”.
Cada mayordomo fiel debería estar mucho más ansioso por au-
mentar la proporción de sus donaciones que entrega a la tesorería
del Señor, antes que por disminuir sus ofrendas en una jota o una
tilde. ¿A quién le sirve? ¿Para quién está preparando una ofrenda?
Para Aquel de quien depende para recibir todas las buenas cosas de
que disfruta. Entonces, que ninguno de los que recibimos la gracia
de Cristo demos ocasión para que los ángeles se avergüencen de
nosotros, y para que Jesús se avergüence de llamarnos hermanos.
¿Cultivaremos la ingratitud y la manifestaremos mediante nues-
tras prácticas mezquinas al dar a la causa de Dios? ¡No, no! Entre-
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guémonos como un sacrificio vivo y demos nuestro todo a Jesús. Le
pertenece, porque somos su posesión adquirida. Los que reciben su
gracia, los que contemplan la luz del Calvario, no discutirán la pro-
porción que deben dar, sino que pensarán que hasta la ofrenda más
abundante es demasiado pequeña y desproporcionada en compara-
ción con el gran don del Hijo unigénito del Dios infinito. Mediante
la práctica de la abnegación, hasta los más pobres encontrarán el
modo de obtener algo para devolverlo a Dios.
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