Página 307 - Consejos sobre Mayordom

Basic HTML Version

La mayordomía es una responsabilidad personal
303
Las riquezas heredadas con frecuencia son una trampa
El dinero dejado a los hijos suele convertirse en una raíz de
amargura. Estos con frecuencia se querellan a causa de los bienes
que se les han dejado, y en el caso de que haya un testamento,
difícilmente quedan satisfechos con las disposiciones del padre. Y
esos bienes, en vez de despertar gratitud y reverencia por su memoria,
crean insatisfacción, murmuraciones, envidia y falta de respeto. Los
hermanos y las hermanas que vivían en paz unos con otros, algunas
veces se malquistan y las disensiones familiares son a menudo el
resultado de los recursos heredados. Las riquezas son deseables nada
más que como medios para satisfacer las necesidades presentes, y
para hacer bien a otros. Pero las riquezas heredadas con frecuencia
se convierten en una trampa para el que las posee en vez de constituir
una bendición para él. Los padres no deberían tratar de exponer a
sus hijos a las tentaciones que les esperan cuando les dejan recursos
financieros que éstos no han realizado ningún esfuerzo para ganar.
La transferencia de bienes a los hijos
Se me mostró que algunos hijos que profesan creer la verdad,
en forma indirecta ejercerían influencia sobre el padre para que éste
deje sus recursos financieros a sus hijos, en vez de destinarlos a
la causa de Dios mientras vive. Los que han influido en su padre
para que éste traslade esta mayordomía sobre ellos, no saben lo que
están haciendo. Están echándose encima una doble responsabilidad:
la de pesar sobre la mente de su padre para que éste no cumpla el
[346]
propósito de Dios en la disposición de los recursos que él le prestó
para que los utilizara para su gloria, y la responsabilidad adicional
de convertirse en mayordomos de bienes que el padre debió haber
entregado a los cambiadores para que el Maestro recibiese lo que le
pertenece con los intereses correspondientes.
Muchos padres cometen un gran error al transferir sus propieda-
des a las manos de sus hijos mientras ellos mismos son los respon-
sables por el uso o abuso de los talentos que Dios les ha prestado.
Ni los padres ni los hijos son hechos más felices por estas transfe-
rencias de bienes. Y aun cuando los padres vivan unos pocos años
más después de esto, generalmente tienen que lamentar esta decisión