Página 315 - Consejos sobre Mayordom

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La recompensa como motivación en el servicio
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valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el
que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy
Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque
estas cosas quiero, dice Jehová”.
Jeremías 9:23, 24
.
Los que recibirán la recompensa más abundante serán los que
hayan mezclado con su actividad y su celo una piedad misericordiosa
y tierna por los pobres, los huérfanos, los oprimidos y los afligidos.
Pero los que pasan sin preocuparse de ellos, que están demasiado
ocupados para prestar atención a lo que ha sido comprado con la
sangre de Cristo, que están llenos de grandes proyectos, encontrarán
que están en el último lugar, en el más ínfimo.
Los hombres obran de acuerdo con lo que es el verdadero carác-
ter de su corazón. Hay a nuestro alrededor los que poseen un espíritu
manso y humilde, el espíritu de Cristo, pero que hacen muchas cosas
pequeñas para ayudar a los que están cerca de ellos, y que no pien-
san en esas cosas que hacen; éstos se asombrarán al final cuando
encuentren que Cristo ha notado las palabras que han hablado a los
desanimados, y ha tomado en cuenta los donativos más pequeños
hechos para aliviar a los pobres, y que han costado al dador algún
grado de abnegación. El Señor mide el espíritu y da la recompensa
que corresponde; y el espíritu de amor puro, humilde e infantil hace
que la ofrenda sea preciosa a su vista.—
The Review and Herald, 3
de julio de 1894
.
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Como un don y no como un derecho
Pedro dijo: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te he-
mos seguido; ¿qué, pues, tendremos?”.
Mateo 19:27
. Esta pregunta
formulada por Pedro muestra que él pensaba que cierta cantidad de
trabajo de parte de los apóstoles merecería una cierta cantidad de
recompensa. Entre los discípulos existía un espíritu de complacen-
cia, de exaltación propia, que los llevaba a establecer comparaciones
entre ellos. Si alguno de ellos fracasaba, los demás se sentían supe-
riores. Jesús vio que ese espíritu debía ser controlado. Podía leer los
corazones de los hombres y vio sus tendencias al egoísmo en esta
pregunta: “¿Qué, pues, tendremos?” Él debía corregir ese mal antes
que adquiriera proporciones gigantescas.