Página 76 - Consejos sobre Mayordom

Basic HTML Version

72
Consejos sobre Mayordomía Cristiana
sostenimiento de los que ministraban en el santuario. Debía darse
de las primicias de los productos agrícolas, y juntamente con los
donativos y las ofrendas, proveía abundantes recursos para sostener
el ministerio del Evangelio para ese tiempo.
Dios no requiere menos de nosotros de lo que exigía a su pueblo
de la antigüedad. Los dones que nos da no son menores sino mayores
que los que ofrecía al Israel antiguo. Su servicio requiere recursos
económicos, y siempre los necesitará. La gran obra misionera en
favor de la salvación de las almas debe proseguir avanzando. Me-
diante el diezmo, los donativos y las ofrendas, Dios ha establecido
una amplia provisión para su obra. Se propone que el ministerio
del Evangelio sea plenamente sustentado. Reclama el diezmo como
suyo, y éste siempre debería considerarse como una reserva sagrada
que debe colocarse en su tesorería para beneficio de su causa, para
el adelanto de su obra, para enviar sus mensajeros a “los lugares más
allá”, hasta los últimos rincones del mundo.
[77]
Dios ha puesto su mano sobre todas las cosas, tanto en los hom-
bres como en sus posesiones, porque todo le pertenece. Él dice: Soy
el dueño del mundo; el universo es mío, y requiero que consagréis
a mi servicio las primicias de todo lo que he puesto en vuestras
manos mediante mi bendición. La Palabra de Dios declara: “No
demorarás la primicia de tu cosecha ni de tu lagar”.
Éxodo 22:29
.
“Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus
frutos”.
Proverbios 3:9
. El exige este tributo como una señal de
nuestra lealtad.
Pertenecemos a Dios; somos sus hijos y sus hijas: Suyos por
creación y suyos por el don de su Hijo unigénito quien nos redimió.
“¿Ignoráis... que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados
por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios”.
1 Corintios 6:19, 20
. La mente, el
corazón, la voluntad y los afectos pertenecen a Dios; y el dinero que
poseemos es del Señor. Todo bien que recibimos y que disfrutamos
es el resultado de la benevolencia divina. Dios es el magnánimo
dador de todo bien, y él desea que el receptor reconozca la proce-
dencia de esos dones que satisfacen toda necesidad del cuerpo y el
alma. Dios pide tan sólo lo que es suyo. La primera porción es del
Señor y debe utilizarse como un tesoro que él ha confiado. Cuando
el corazón es privado de egoísmo despierta a la realidad de la bondad