La sencillez
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propósito, a vivir con un objeto, a confiar en Dios y a temerle. y
a respetar a sus padres. Luego, a medida que avancen en edad,
desarrollarán una mente más pura, tendrán más confianza propia, y
serán más apreciadas. Será imposible degradar a una mujer con estas
características. Escapará a las tentaciones y a las pruebas que han
sido la ruina para tantas mujeres.—
The Health Reformer, diciembre
de 1877
.
Semillas de vanidad
—En muchas familias, las semillas de va-
nidad y egoísmo se siembran en el corazón de los niños casi desde
la infancia. Sus dichos y hechos graciosos son comentados y ala-
bados en su presencia, y repetidos a otros con exageración. Los
pequeños advierten esto, y se sienten muy importantes; se atreven a
interrumpir las conversaciones, y se tornan audaces y descarados. La
adulación y la indulgencia estimulan su vanidad y obstinación, hasta
que el jovencito con no poca frecuencia gobierna a toda la familia,
incluso al padre y a la madre.
Las tendencias formadas por esta clase de enseñanza no pueden
dejarse de lado a medida que el niño desarrolla su juicio maduro.
Se desarrollan con su crecimiento, y lo que habría podido parecer
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habilidad en el niño, se transforma en rasgos reprochables y malos
en el hombre o la mujer. Procuran gobernar a sus compañeros, y si
alguno rehúsa someterse a sus deseos, se consideran agraviados e
insultados. Esto se debe a que en su niñez se los dañó al acceder a
todos sus deseos, en vez de enseñárseles la abnegación necesaria
para soportar las dificultades y los trabajos de la vida.—
Testimonies
for the Church 4:200, 201
.
No estimuléis el deseo de alabanza
—Los niños necesitan apre-
cio, simpatía, y estímulo, pero se debería cuidar de no fomentar en
ellos el amor a la alabanza. No es prudente prestarles una considera-
ción especial ni repetir delante de ellos sus agudezas y ocurrencias.
El padre o maestro que tiene presente el verdadero ideal de carácter
y las posibilidades de éxito, no puede fomentar ni estimular el en-
greimiento. No alentará en los jóvenes el deseo o empeño de exhibir
su habilidad o pericia. El que mira más allá de sí, será humilde, y sin
embargo, poseerá una dignidad que no se consterna ni desconcierta
ante el fausto exterior ni la grandeza humana.—
La Educación, 232,
233
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