El tiempo para comenzar la disciplina
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que la indicada por Dios en su Palabra. Fomentan tendencias malas
en ellos y se excusan diciendo: “Son demasiado jóvenes para ser
castigados. Esperemos que sean mayores, y se pueda razonar con
ellos”. En esta forma se permite que los malos hábitos se fortalezcan
hasta convertirse en una segunda naturaleza. Los niños crecen sin
freno, con rasgos de carácter que serán una maldición para ellos
durante toda su vida, y que propenderán a reproducirse en otros.
No hay maldición más grande en una casa que la de permitir a
los niños que hagan su propio voluntad. Cuando los padres acceden
a todos los deseos de sus hijos y les permiten participar en cosas que
reconocen perjudiciales, los hijos pierden pronto todo respeto por sus
padres, toda consideración por la autoridad de Dios o del hombre,
y son llevados cautivos de la voluntad de Satanás.—
Patriarcas y
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Profetas, 625, 626
.
Colóquese en primer lugar la educación en el hogar
—Mu-
chos señalan a los hijos de los pastores, de los maestros y de otros
hombres de elevada reputación por su sabiduría y piedad y dicen
que si esos hombres, con todas sus ventajas, fracasan en el gobierno
de su familia, los que son menos favorecidos no pueden tener espe-
ranza de tener éxito. La pregunta que debe dilucidarse es ésta: ¿Esos
hombres han dado a sus hijos lo que les corresponde por derecho: un
buen ejemplo, instrucción fiel y adecuada restricción? El descuido
de esos puntos esenciales es lo que hace que tales padres proporcio-
nen a la sociedad hijos que no están bien equilibrados en su mente,
impacientes ante la restricción e ignorantes de los deberes de la
vida práctica. En esto hacen al mundo un daño que sobrepuja todo
el bien realizado por sus labores. Esos hijos transmiten su propia
perversidad de carácter como una herencia a sus descendientes y al
mismo tiempo su mal ejemplo e influencia corrompen a la sociedad
y trastornan a la iglesia. No podemos creer que hombre alguno, no
importa cuán grande sea su habilidad y utilidad, sirva mejor a Dios o
al mundo mientras dedique su tiempo a otros propósitos descuidando
a sus propios hijos.—
The Signs of the Times, 9 de febrero de 1882
.
Se promete la cooperación celestial
—Dios bendecirá una dis-
ciplina justa y correcta. Pero Cristo dice “sin mí nada podéis hacer”.
Los seres celestiales no pueden cooperar con los padres y madres
que descuidan la educación de sus hijos, permitiendo que Satanás
maneje esa maquinaria infantil, esa mente juvenil, como un instru-