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Los males de la complacencia
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Piensan que sus deseos y su voluntad deben ser satisfechos.—
Ma-
nuscrito 27, 1896
.
¿No debiera [la madre] dejar que su hijo haga lo que quiera
de cuando en cuando, complacerlo en sus deseos, y permitirle ser
desobediente? Ciertamente no, pues si lo hace, permite que Satanás
plante su bandera infernal en su hogar. Debe luchar la batalla de ese
niño que no puede pelear por sí mismo. Esa es su obra, reprochar
al diablo, buscar a Dios fervientemente y no permitir nunca que
Satanás le arrebate a su hijo de sus brazos y lo coloque en los
suyos.—
Manuscrito 70
.
La tolerancia ocasiona desasosiego y descontento
—En algu-
nas familias, son ley los deseos del niño. Se le da todo lo que desea.
Se fomenta su disgusto por lo que no le gusta. Se supone que esas
complacencias lo hacen feliz, pero son esas mismas cosas las que
lo hacen desasosegado, descontento e imposible de satisfacer. La
complacencia ha echado a perder su gusto por el alimento sencillo y
saludable, por el uso recto y saludable de su tiempo; la complacencia
ha hecho la obra de desquiciar aquel carácter para el tiempo y la
eternidad.—
Manuscrito 126, 1897
.
[255]
El efectivo reproche de Elíseo ante la insolencia
—Es un error
la idea de que debemos someternos a los caprichos de los niños
perversos. Elíseo, en el mismo comienzo de su obra, fue burlado y
befado por los jovenzuelos de Betel. Era un hombre muy bondadoso,
pero el Espíritu de Dios lo movió a pronunciar una maldición contra
los maldicientes. Ellos habían oído de la ascensión de Elías, y habían
hecho objeto de sus burlas a ese solemne acontecimiento. Elíseo
demostró que no habían de burlarse de él, viejos o jóvenes, en su
sagrado ministerio. Cuando le dijeron que ascendiera, como Elías lo
había hecho antes, los maldijo en el nombre del Señor. El terrible
juicio que cayó sobre ellos provino de Dios.
Después de eso, Elíseo no tuvo más dificultades en su misión.
Durante cincuenta años entró y salió por la puerta de Betel, y fue de
ciudad en ciudad, pasando entre las multitudes de la peor juventud,
la más ruda, haragana y disoluta, pero nadie se mofó de él o habló
livianamente de sus prerrogativas como profeta del Altísimo.—
Tes-
timonies for the Church 5:44, 45
.
No os rindáis ante las súplicas
—En el día del ajuste de cuentas,
los padres tendrán mucho de que responder debido a su maligna