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Conducción del Niño
condescendencia con sus hijos. Muchos complacen cada deseo irra-
zonable, porque es más fácil librarse en esta manera de su importu-
nación que de cualquier otra forma. Debiera educarse al niño de tal
manera que reciba una negativa con el debido espíritu y la acepte
como final.—
Pacific Health Journal, mayo de 1890
.
No aceptéis lo que dicen los niños por encima de lo que afir-
man otros
—Los padres no debieran pasar por alto livianamente los
pecados de sus hijos. Cuando esos pecados son señalados por algún
amigo fiel, el padre no debiera creer que han sido menoscabados
sus derechos, que ha recibido una ofensa personal. Los hábitos de
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cada joven y de cada niño afectan el bienestar de la sociedad. El mal
proceder de un joven puede descarriar a muchos.—
The Review and
Herald, 13 de junio de 1882
.
No permitáis que vuestros niños vean que aceptáis su palabra
antes que lo testificado por cristianos de más edad. No podéis ha-
cerles un daño mayor. Fomentáis en ellos el hábito de adulterar la
verdad si decís: yo creo a mis hijos antes que creer a aquellos de
quienes tengo la evidencia de que son hijos de Dios.—
The Review
and Herald, 13 de abril de 1897
.
La herencia de un niño echado a perder
—Es imposible des-
cribir el mal que resulta de dejar a un niño librado a su propia
voluntad. Algunos de los que se extravían por habérselos descuidado
en la infancia, volverán en sí más tarde por habérseles inculcado
lecciones prácticas; pero muchos se pierden para siempre porque
en la infancia y en la adolescencia recibieron una cultura tan sólo
parcial, unilateral. El niño echado a perder tiene una pesada carga
que llevar a través de su vida. En la prueba, en los chascos, en la
tentación, seguirá su voluntad indisciplinada y mal dirigida. Los
niños que nunca han aprendido a obedecer tendrán caracteres dé-
biles e impulsivos. Procurarán gobernar, pero no han aprendido a
someterse. No tienen fuerza moral para refrenar su genio díscolo,
corregir sus malos hábitos, o subyugar su voluntad sin control. Los
hombres y las mujeres heredan los errores de la infancia no prepara-
da ni disciplinada. Al intelecto pervertido le resulta difícil discernir
entre lo verdadero y lo falso.—
Consejos para los Maestros Padres y
Alumnos, 87
.
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