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El poder de la oración
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esté de nuestra parte para hacer música en nuestro hogar, a fin de
que el Señor pueda hacerse presente.—
El Evangelismo, 329, 330
.
Culto especial para el sábado
—Tomen parte los niños en el
culto de familia [del sábado]. Traigan todos sus Biblias y lea cada
uno de ellos uno o dos versículos. Luego cántese algún himno fa-
miliar, seguido de oración. Para ésta, Cristo ha dejado un modelo.
El Padrenuestro no fue destinado a ser repetido simplemente co-
mo una fórmula, sino que es una ilustración de lo que deben ser
nuestras oraciones: sencillas, fervientes y abarcantes. En una simple
petición, expresad al Señor vuestras necesidades y gratitud por su
misericordia. Así invitáis a Jesús como vuestro huésped bienvenido
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en el hogar y el corazón. En la familia, las largas oraciones acer-
ca de objetos remotos, no están en su lugar. Hacen cansadora la
hora de la oración, cuando debiera ser considerada como un privile-
gio y una bendición. Procurad que ese momento ofrezca interés y
gozo.—
Joyas de los Testimonios 3:23, 24
.
Más oración significa menos castigo
—Debiéramos orar a Dios
mucho más de lo que lo hacemos. Hay gran fortaleza y bendición al
orar juntos en familia con nuestros hijos y para ellos. Cuando mis
hijos han cometido errores y he hablado con ellos bondadosamente
y luego he orado con ellos, nunca he encontrado la necesidad de
castigarlos después. Su corazón se conmovía de ternura delante del
Espíritu Santo que venía en respuesta a la oración.—
Manuscrito 47,
1908
.
Los beneficios de la oración secreta
—Jesús recibió sabiduría
y poder, durante su vida terrenal, en las horas de oración solitaria.
Sigan los jóvenes su ejemplo y busquen a la hora del amanecer y
del crepúsculo un momento de quietud para tener comunión con
su Padre celestial. Y durante el día eleven su corazón a Dios. A
cada paso dado en nuestro camino, nos dice: “Porque yo, Jehová tu
Dios, soy quien tiene asida tu mano diestra, . . . no temas, yo soy tu
ayudador”. Si nuestros hijos pudiesen aprender estas lecciones en el
alba de su vida, ¡qué frescura y poder, qué gozo y dulzura habría en
su existencia!—
La Educación, 252, 253
.
Las puertas del cielo se abren para cada madre
—Cuando
Jesús se arrodilló a orillas del Jordán después de su bautismo y
ofreció una oración por la humanidad, se abrieron los cielos y el
Espíritu de Dios, como una paloma de oro bruñido, rodeó la forma