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Conducción del Niño
de ese carácter se imprimen en los libros del cielo. Dios dibuja lo que
son sus hijos, tan ciertamente como un artista dibuja los rasgos de
hombres y mujeres transfiriéndolos al lienzo. ¿Qué clase de cuadro
queremos que se reproduzca? Padres, ¡contestad la pregunta! ¿Qué
clase de cuadro hará el Artífice supremo de vosotros en los registros
del cielo? . . . Debemos decidir esto ahora. Más tarde, cuando llegue
la muerte, no habrá tiempo para enderezar los desniveles del carácter.
Esto debiera ser algo importantísimo para nosotros individual-
mente. Cada día se reproduce nuestra semejanza para el tiempo y
la eternidad. Diga cada uno: “Me están retratando hoy”. Preguntaos
cada día, cada hora: “¿Cómo sonarán mis palabras ante los ángeles
celestiales? ¿Son como manzanas de oro con figuras de plata o son
como granizo agostador, que hiere y lastima?” . . .
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No sólo nuestras palabras y acciones, sino nuestros pensamientos
forman el cuadro de lo que somos. Por lo tanto, sea buena cada
persona y haga lo bueno. Que el cuadro que se trace de vosotros sea
tal que no os avergoncéis. Cada sentimiento que acariciamos deja
su impresión en el semblante. Dios nos ayude para que registremos
en nuestras familias lo que desearíamos que hubiera en el registro
celestial.—
Carta 78, 1901
.
¿Habéis sido descuidados?
¡Ojalá que los padres velasen con
oración y cuidado por el bienestar eterno de sus hijos! Pregúntense:
¿Hemos sido negligentes? ¿Hemos descuidado esta obra solemne?
¿Hemos permitido que nuestros hijos llegasen a ser juguetes de las
tentaciones de Satanás? ¿No tenemos que rendir una cuenta solem-
ne ante Dios por haber permitido a nuestros hijos que empleasen
sus talentos, su tiempo e influencia para obrar contra la verdad y
contra Cristo? ¿No hemos descuidado nuestro deber como padres
y aumentado el número de los súbditos de Satanás?—
Joyas de los
Testimonios 3:63
.
Si las madres descuidan la debida educación de sus hijos, su
descuido se reflejará sobre ellas, haciendo que sus cargas y perpleji-
dades sean más duras de lo que habrían sido si hubieran dedicado
tiempo y paciente cuidado a la preparación de sus hijos para la obe-
diencia y sumisión. A la larga, recompensará a las madres el hacer
de la formación del carácter de sus hijos su consideración primera
y más elevada, a fin de que las espinas no se arraiguen y den una
cosecha abundante.—
The Signs of the Times, 5 de agosto de 1875
.