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La obediencia debe convertirse en un hábito
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sus hijos en la disciplina y la amonestación del Señor. Han fallado en
enseñarles la primera lección del cristianismo: “El temor de Dios es
el principio de la sabiduría”. Dice el sabio: “la necedad está ligada en
el corazón del muchacho”. El amor a la necedad, el deseo de hacer
el mal, el odio por las cosas sagradas, son algunas de las dificultades
que los padres deben enfrentar en el campo misionero del hogar. . . .
En la fortaleza de Dios, los padres deben levantarse y mandar a
su familia en pos de ellos. Deben aprender a reprimir el mal con una
mano firme, y sin embargo sin impaciencia o pasión. No deberían
dejar a los niños adivinar lo que es correcto, sino que deberían
señalar el camino con términos inequívocos y enseñarles a andar por
él.—
The Review and Herald, 4 de mayo de 1886
.
La influencia de un hijo desobediente
—Un hijo desobediente
hará gran daño a aquellos con quienes se asocie, porque formará a
otros niños según su propio modelo.—
The Review and Herald, 13
de marzo de 1894
.
Tolerando el pecado
—Enseñad a vuestros hijos a honraros, por-
que la ley de Dios ha colocado este deber sobre los hijos. Si permitís
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que vuestros hijos estimen livianamente vuestros deseos y no obe-
dezcan a las leyes de la familia, estáis tolerando el pecado; estáis
permitiendo que el maligno trabaje a gusto; y la misma insubordi-
nación, falta de reverencia, y amor al yo serán llevados por ellos a
la vida religiosa y a la iglesia. Y el comienzo de todo este mal es
anotado en los libros del cielo como descuido de los padres.—
The
Review and Herald, 14 de abril de 1885
.
El hábito de la obediencia se establece por la repetición
Las lecciones de obediencia, de respeto por la autoridad, necesitan
repetirse a menudo. Esta clase de obra realizada en la familia consti-
tuirá una poderosa influencia para el bien, y no sólo se evitará que los
hijos hagan el mal y se los constreñirá a amar la verdad y la justicia,
sino que también los padres recibirán el mismo beneficio. Esta clase
de obra que el Señor requiere no puede ser hecha sin una seria me-
ditación de su parte, y sin mucho estudio de la Palabra de Dios, a fin
de que puedan instruir de acuerdo con sus directivas.—
Manuscrito
24, 1894
.
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