Página 107 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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La ascensión
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“¡Jehová, el fuerte, el valiente!
¡Jehová, el valiente en batallas!
¡Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
y alzaos vosotros, portales eternos,
y entrará el Rey de gloria!”
Por segunda vez preguntan los ángeles que guardan las puertas:
“¿Quién es este Rey de gloria?”
[158]
Y los ángeles que le acompañan contestan en melodiosos acor-
des:
“¡Jehová de los Ejércitos,
él es el Rey de gloria!”
Salmos
24:7-10.
Entonces se abren de par en par las puertas de la ciudad de Dios,
y la multitud de ángeles entra al sonido de la indescriptible música
celestial.
Todas las huestes del Altísimo acuden para glorificar a su Jefe
que ha vuelto para ocupar su asiento en el trono de su Padre.
Pero aún no puede recibir la corona de gloria y el manto real.
Tiene que presentar a Dios una petición respecto a sus escogidos
en la tierra. Su iglesia tiene que ser justificada y aceptada ante el
universo celestial antes que él acepte ningún honor.
Solicita que su pueblo también pueda estar donde él se encuentre.
Si iba a recibir gloria quería que los suyos también participaran de
ella; aquellos que sufren con él en la tierra han de reinar con él en
su reino.
Con la mayor ternura e insistencia Cristo aboga por su iglesia.
Identifica los intereses de ésta con los suyos propios y con un amor
y constancia más firmes que la muerte, defiende los derechos y
privilegios ganados por su sangre.
La respuesta del Padre a esta súplica fué: “Adórenle todos los
ángeles de Dios.”
Hebreos 1:6
.