Página 26 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

Basic HTML Version

22
Cristo Nuestro Salvador
el campo, meditar en medio del verdor de los valles y orar a Dios en
[32]
la ladera de los montes o entre los árboles del bosque.
Escuchaba el canto que los pájaros parecían dirigir al Creador
y unía su voz a la de ellos en cánticos de alabanza y de acción de
gracias. Cantando daba la bienvenida a la aurora, y a menudo iba
muy de madrugada a un lugar tranquilo para pensar en Dios, estudiar
las Escrituras y orar.
Tras esas horas de quietud volvía al hogar para reanudar sus
tareas y para dar un ejemplo de trabajo paciente. Dondequiera que
estuviese, parecía atraer a los ángeles de Dios. La influencia de su
vida pura y santa se dejaba sentir entre todas las clases del pueblo.
Bondadoso e inmaculado, andaba entre los que vivían descuida-
damente, entre los rudos e incultos; entre los publicanos pecadores,
los disolutos atolondrados, los samaritanos impíos, los soldados
paganos y los labriegos toscos y groseros.
Aquí y allí pronunciaba palabras de simpatía al ver hombres
cansados a quienes se les obligaba a llevar cargas pesadas. El mismo
las compartía, y les repetía las lecciones que había aprendido de la
naturaleza acerca del amor, la bondad y la compasión de Dios.
Les enseñaba a considerarse poseedores de talentos preciosos,
que de ser bien empleados les reportarían riquezas eternas. Con su
propio ejemplo les enseñaba que cada momento tiene su valor, y que
debe ser aprovechado.
Jamás consideró indigno a ningún ser humano, sino por el con-
trario, procuraba animar aun a los toscos y menos promisorios. Les
decía que Dios los amaba como a sus hijos, y que les era posible
[33]
llegar a ser como Dios en carácter.
Así obró Jesús desde su niñez, sin alardes y en beneficio de los
demás. Ni los sabios maestros ni sus propios hermanos pudieron
inducirle a que procediera de otra manera. Con firmeza de ánimo
llevaba a cabo el propósito de su vida, pues estaba llamado a ser la
luz del mundo.
[34]