Página 27 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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El bautismo
Cuando llegó el tiempo en que Jesús debía comenzar su ministe-
rio público, lo primero que hizo fué ir al Jordán para ser bautizado
por Juan el Bautista.
Juan había sido enviado para preparar el camino del Salvador, y
había predicado en el desierto diciendo: “Se ha cumplido el tiempo,
y se ha acercado el reino de Dios: arrepentíos, y creed el evangelio.”
Marcos 1:15
.
Acudían multitudes para oírle. Muchos eran convencidos de
pecado, y él los bautizaba en el Jordán.
Dios había hecho saber a Juan que un día el Mesías vendría a él
para ser bautizado. También le había prometido que le daría señal
por la cual habría de reconocerle.
Cuando Jesús vino, el Bautista observó en su rostro evidencias
tales de su vida santa que se resistió, diciendo: “¡Yo he menester ser
bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?
“Mas Jesús respondiendo, le dijo: Consiente ahora; porque así
nos conviene cumplir toda justicia.”
Mateo 3:14, 15
.
Mientras decía esto vióse en su rostro la misma luz celestial que
Simón había visto en el templo el día de la dedicación.
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Entonces Juan condujo al Salvador a las aguas del hermoso río
Jordán, y entrando con él en ellas le bautizó a la vista de toda la
gente que estaba en la orilla.
Jesús no fué bautizado en señal de arrepentimiento por sus pro-
pios pecados, puesto que nunca había pecado. Lo fué para darnos el
ejemplo.
Cuando salió del agua, se arrodilló en la orilla del río y oró
fervientemente a Dios. Su Padre le oyó: los cielos se abrieron, y
rayos de luz gloriosa resplandecieron, y Juan “vió al Espíritu de
Dios que bajaba como paloma y venía sobre él.”
Su rostro y todo su cuerpo resplandecían como la luz de la gloria
de Dios. Y desde el cielo se oyó la voz de Dios que decía: “Este es
mi amado Hijo, en quien tengo mi complacencia.”
Mateo 3:16, 17
.
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