Página 60 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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Cristo Nuestro Salvador
“El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento en que he de comer
la pascua con mis discípulos?”
El hombre les enseñaría entonces en el piso alto un gran aposento
aderezado como lo necesitaban. Allí tenían que preparar la cena de
la pascua. Todo sucedió como el Salvador se lo había dicho.
En la cena de la pascua, los discípulos estaban solos con Jesús.
Los días que habían pasado con él en tales fiestas habían sido siempre
de mucho gozo para ellos, pero esta vez el ánimo del Salvador estaba
muy turbado.
Al fin, con voz de conmovedora tristeza, les dijo: “Con deseo he
deseado comer con vosotros esta pascua, antes que padezca.”
Había vino dulce en la mesa, y habiendo tomado una copa y
dado gracias, dijo:
“Tomad esto, y repartidlo entre vosotros, porque os digo, que yo
no beberé en adelante del fruto de la vid, hasta que venga el reino
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de Dios.”
Lucas 22:11, 15, 17, 18
.
Era la última pascua que el Señor había de celebrar con sus
discípulos. Era realmente la última que había de celebrarse, pues
cuando se mataba el cordero era para enseñar al pueblo lo referente
a la muerte de Cristo; y cuando Jesús, el Cordero de Dios, hubiese
sido sacrificado por los pecados del mundo, entonces no habría más
necesidad de matar un cordero para representar su muerte.
Al rechazar definitivamente a Cristo, condenándole a muerte, los
judíos rechazaron también todo lo que daba a esta fiesta su valor y
significado. De suerte que desde entonces su observancia por parte
de ellos no ha sido más que rito vano.
Mientras Cristo tomaba parte en el servicio pascual, tenía ante
su mente la escena de su supremo sacrificio. Estaba ya como a la
sombra de la cruz, y la angustia le oprimía el corazón. Sabía cuán
terrible era lo que le esperaba. Sabía cuán crueles e ingratos se
mostrarían para con él aquellos a quienes había venido a salvar.
Mas no pensaba en su propio dolor sino en la suerte de los que
iban a perder la vida eterna por haber rechazado a su Salvador.
Pero lo que predominaba en su mente era el solícito cuidado por
sus discípulos. Sabía que después que hubieran pasado sus propios
padecimientos quedarían solos para luchar en el mundo.