Página 64 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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En Getsemaní
La vida terrenal del Salvador fué una vida de oración. Muchas
fueron las horas que pasó a solas con Dios. A menudo dirigía fervien-
tes oraciones a su Padre celestial. De ese modo obtuvo la sabiduría
y la fortaleza que le sostuvieron en su obra, y le libraron de caer en
las tentaciones de Satanás.
Después de comer la cena de pascua con sus discípulos, Jesús
se dirigió con ellos al huerto de Getsemaní, adonde solía retirarse
a orar. Por el camino el Maestro conversaba con ellos y les daba
instrucciones; pero al acercarse al huerto, se notó que guardaba
silencio.
Cristo había pasado toda su vida en presencia de su Padre. El
Espíritu de Dios había sido su guía y apoyo constante. Jesús dió
siempre a Dios la gloria de sus obras, y decía: “De mí mismo no
puedo hacer nada.”
Juan 5:30
.
Nosotros tampoco podemos hacer nada. Sólo sacando fuerzas de
nuestro Señor Jesucristo podemos prevalecer y hacer su voluntad en
el mundo. Debemos tener en él la misma confianza implícita que él
tenía en su Padre. Jesús dijo: “Porque separados de mí nada podéis
hacer.”
Juan 15:5
.
La terrible noche de agonía para el Salvador empezó cuando se
acercaban al huerto. Parecía que la presencia del Padre, que lo había
sostenido hasta entonces, se apartaba de él. Jesús comenzó a sentir
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lo que era hallarse privado de la comunión con Dios.
Cristo tenía que llevar los pecados del mundo; y luego que fueron
puestos sobre él, le pareció que eran más de lo que podía soportar.
La carga del pecado era tan terrible que se sintió tentado a temer que
Dios ya no le amara más.
Al compenetrarse del terrible desagrado que siente Dios por el
mal, se le escapó la exclamación: “Tristísima está mi alma, hasta la
muerte.”
Cerca de la entrada del huerto, Jesús dejó a sus discípulos, con
excepción de Pedro, Santiago y Juan, con quienes entró en el jardín.
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