Página 76 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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Judas
Los príncipes de los judíos ansiaban apoderarse de Jesús, pero no
se atrevían a prenderle abiertamente por temor de alborotar al pueblo.
Buscaron por tanto a alguien que se lo entregara secretamente y en
Judas, uno de los doce discípulos, encontraron al hombre dispuesto
a cometer esta vil acción.
Aunque Judas tenía por naturaleza mucho amor al dinero, no
siempre había sido depravado y malo hasta el extremo de poder
hacer tamaña villanía. Pero había fomentado dentro de sí el mal
espíritu de la codicia hasta transformarlo en la pasión dominante de
su vida, y hacerse capaz de vender a su Señor por treinta monedas de
plata, el precio de un esclavo. Se atrevió a entregarlo en Getsemaní
con un beso.
Siguió después paso a paso al Hijo de Dios desde el huerto al
tribunal de los gobernadores judíos. No se imaginaba que el Salvador
se dejaría matar por los judíos, como amenazaban hacerlo.
Esperaba que de un momento a otro le vería en libertad, protegido
por el poder divino, como en ocasiones anteriores. Pero pasaban
las horas, y al ver que Jesús se sometía humildemente a todas las
ignominias y a todos los ultrajes sintióse presa de terrible inquietud,
pues comenzó a comprender que en realidad la muerte había llegado
ya para su Maestro.
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Cuando la causa estaba por fallarse, Judas no pudo ya soportar
el tormento de su mala conciencia. De repente se dejó oír en la sala
una voz ronca que llevó una sensación de horror al corazón de todos
los oyentes:
“¡Es inocente! ¡Ten misericordia de él, oh Caifás!” ¡No ha hecho
nada digno de muerte!”
Judas, con su alta estatura, se abrió paso entre la multitud asom-
brada. Su rostro estaba pálido y desencajado y grandes gotas de
sudor le bañaban la frente. Precipitándose ante el trono del sumo
sacerdote, arrojó a sus pies las monedas de plata que había recibido
en pago de su traición. Con ansia trabó del manto de Caifás y le
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