Página 96 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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“Ha resucitado”
Se tomarón las mayores precauciones para asegurar el sepulcro
del Salvador, y una gran piedra fué colocada a su entrada. Sobre ella
se puso el sello romano de tal modo que no pudieran moverla sin
romperlo.
Rodeaba al sepulcro una guardia de soldados romanos, cuyo
deber era custodiarlo estrictamente para que nadie pudiese tocar el
cuerpo que contenía. Pusieron, pues, centinelas ante el sepulcro y lo
velaron mientras que el resto de la guardia descansaba en derredor.
Pero había todavía otra guardia que rodeaba aquella tumba.
La formaban poderosos ángeles celestiales. Cualquiera de ellos, si
hubiera querido ejercer su poder, habría aniquilado a todo el ejército
romano.
Transcurrida la noche del primer día de la semana, llega la hora
más obscura, que es la que precede a la aurora.
Uno de los ángeles más poderosos es enviado del cielo. Su rostro
es como el relámpago y su vestidura más blanca que la nieve. Aparta
la obscuridad a s
paso y todo el firmamento se ilumina con su
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deslumbrante gloria.
Los soldados despiertan sobresaltados, y contemplan con terror
y admiración los cielos entreabiertos y la brillante visión que de
ellos desciende.
La tierra tiembla y se remueve al acercarse aquel potente ser de
otro mundo. Viene con un mensaje de gozo, y la rapidez y fuerza de
su vuelo hacen que el mundo tiemble como presa de gran terremoto.
Los oficiales, soldados y centinelas caen en tierra como muertos.
Había también otra guardia que rodeaba aquella sepultura. Era
una compañía de ángeles malignos. El Hijo de Dios había caído en
poder de la muerte, y le consideraban como legítima presa de aquel
que tiene el poder de la muerte, es decir, Satanás.
Ni los soldados que custodiaban la tumba ni el sello con que se asegurara la
piedra puesta para cerrarla pudieron evitar que el Señor Jesús resucitara y saliera
.
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