Cómo lograr respeto
Sientan los maestros que, cualquiera fuere la naturaleza de la
dificultad, deben hacerle frente con el espíritu de Jesús. No hagáis
frente a la combatividad con la combatividad. Tendréis que afrontar
la terquedad, la obstinación, la indolencia y la frivolidad; pero en
todas las emergencias debéis manifestar benevolencia y amor, y, por
medio de la paciencia y el dominio propio, retener los afectos de
[195]
vuestros discípulos, y hacer que tengan motivos para creer que todo
vuestro deseo es hacerles bien. Hacedles ver que tenéis confianza en
ellos. Visitadlos en sus casas, e invitadlos a la vuestra. Dejadles ver
que los amáis, no sólo de palabra, sino de obra y en verdad.
No hay necesidad de que el maestro se arrogue una dignidad
especial, ya que no puede granjearse el respeto de sus alumnos de
ninguna otra manera que por un comportamiento cristiano, mani-
festando bondad y cortesía cristianas. El maestro ha de educar a sus
discípulos como Cristo educó a los suyos. Tiene que hacer impresio-
nes que el tiempo no pueda borrar. Su influencia debe amoldar a sus
alumnos según el Modelo divino; y si hace esto, sólo la eternidad
dará a conocer el valor de su obra. El maestro debe despertar en sus
alumnos la naturaleza moral, e inspirar en ellos el deseo de responder
a los instrumentos divinos.
El quebrantar la voluntad
Aquellos que son egoístas, irritables, imperiosos, groseros y áspe-
ros, y que no tienen mucha consideración para con los sentimientos
ajenos, nunca deberían ser empleados como maestros. Tendrían una
influencia desastrosa sobre sus alumnos, amoldándolos según su
propio carácter y perpetuando así el mal. Las personas de este ge-
nio harán un esfuerzo para quebrantar la voluntad de un niño, si
[196]
se muestra ingobernable; pero Cristo no ha autorizado semejante
manera de tratar a los que yerran. Mediante la sabiduría celestial,
la mansedumbre y humildad de corazón, los maestros pueden ser
205